Opinión

50 años con ‘Mararía’

Cuando este año se cumplen cincuenta de la publicación en 1973 de la novela Mararía, finalista del Premio Nadal 1971, de Rafael Arozarena, y cien de su nacimiento en Santa Cruz de Tenerife el 4 de abril de 1923, bueno es recordar algunos aspectos significativos de su faceta personal, profesional y literaria.

Mucho más conocido por su novela Mararía, un clásico de la literatura canaria que le inspiró su permanencia laboral en un pueblo de Lanzarote, Femés, a donde se traslada Arozarena en 1948 como telegrafista, a los pocos años aprueba las oposiciones de practicante (hoy enfermero), y como tal trabaja hasta 1985 en el Puerto de Santa Cruz de Tenerife, y a continuación en la antigua Residencia Sanitaria de la Candelaria, donde lo conocí trabajando él en la cuarta planta de hospitalización del Servicio de Neurocirugía.

Arozarena solía trabajar en el turno de noche, y, a veces, cuando yo estaba de guardia de Cirugía, subía a su planta a saludarle y charlar un ratito con él, si bien hablando era muy parco y reservado, y, aunque de aspecto aparentemente rudo, trasladaba sensación de serenidad y humildad, con lo que me resultaba un personaje enigmático y misterioso de quien no resultaba fácil obtener una conversación, carácter que justifica por qué no quería participar en «tumultos literarios».

Cuando se produce su jubilación en 1988 tras ejercer como enfermero casi cuarenta años, se le concede el Premio Canarias de Literatura, junto con el escritor Isaac de Vega, y dos años más tarde ingresa en la Academia Canaria de la Lengua. El éxito de la novela Mararía hizo que, desde 1985, se hayan realizado diversas adaptaciones dramáticas, y, en 1998, una versión cinematográfica de Antonio José Betancor con Carmelo Gómez en el papel de un médico, Fermín, y Goya Toledo en el de Mararía, que, aunque no sigue exactamente el desarrollo de la novela, ofrece escenas muy dramáticas como Mararía prendiéndose fuego en una playa y siendo arrastrada al mar para sofocar el incendio. Una mujer de llamativos ojos negros, árabes, jóvenes y hermosos, que desata tremenda pasión y fiebre entre los hombres del pueblo, que, incluso violentamente, se disputan poseerla.

En la realidad, al llegar a Femés, Arozarena descubre a una vieja de la que se decía que de joven su llamativa belleza enamoraba a todos los muchachos del pueblo, tanto que incluso llegaron a matarse entre ellos, por lo que cayó en desgracia, lo que dio pie al autor para crear la novela que transcurre en el Lanzarote profundo de la posguerra.

Y ya metidos en la novela, a un viajero no bien conocido que llega a Femés le llama la atención una vieja vestida de negro, que, cual bruja, callejea entre las sombras de la noche entre ladridos de perros y chismorreos de los vecinos, una anciana que en su juventud se interesaba por los mozos que pudieran llevársela de la cárcel que significaba Femés. Su primer novio muere a manos de otros jóvenes, en un nuevo amor descubre que tiene pareja, y, fruto de una de tantas relaciones, tiene un hijo que fallece.

Influido por Pedro García Cabrera, Agustín Espinosa y Emeterio Gutiérrez Arbelo, curiosamente llega a afirmar que no entendía el éxito de Mararía, puesto que consideraba mejor novela a Cerveza de grano rojo (1984), si bien con el tiempo se retractó.

No recuerdo bien qué día, y no he tenido tiempo de buscarla, pero en el mandato 1995-1999 como portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, presenté una moción para que una de sus calles lleve su nombre, que se aprobó. Lo llamé para invitarle al Pleno, pero su salud no se lo permitió. Lamentablemente, el viernes me comunican en el Ayuntamiento que no hay ninguna calle a su nombre. En este, como en otros tantos casos, la política y la burocracia, que no la Institución, van por un lado, y los sentimientos de la ciudadanía por otro.

Tras larga enfermedad fallece el 30 de septiembre de 2009 en el Hospital donde trabajó, la Candelaria.

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