Opinión | A babor

La tasa Arope y el INE domesticado

Anda el Gobierno de Canarias felicitándose por el éxito que supone haber mejorado en la tasa Arope, que es la que mide el riesgo de pobreza, y que ha bajado en Canarias 1,6 puntos. Los gobiernos tienden a atribuirse el mérito de todo aquello que les puede beneficiar. A cambio, los ciudadanos suelen responsabilizar a los Gobiernos de todo lo malo que pasa, aunque no siempre tengan la culpa. Pero, volviendo a la reducción del riesgo de pobreza, si es cierta, sería sin duda una buena noticia, aunque conviene relativizar las cosas, porque probablemente la interpretación del Gobierno regional obvia que Canarias ha bajado en el ranking de pobreza del año pasado dos décimas menos que la media nacional.

La pregunta que hay que hacerse entonces es por qué presume Torres de que la tasa Arope haya bajado durante el último año de su mandato. Pues porque es oficialmente cierto. Pero se ha modificado la manera de calcular dos de las tres dimensiones con las que se calcula la tasa, fruto de una serie de ecuaciones matemáticas. Los datos de 2022 se han calculado sustituyendo la «carencia material severa» del antiguo indicador, por un nuevo concepto, el de «carencia material y social severa», que suena igual pero no es lo mismo, y además se calcula de forma separada para cada miembro de la familia. Ese nuevo indicador se construye con 13 componentes, de los que siete de ellos se definen a partir de la situación del hogar de residencia, y seis son diferentes para cada persona. Se juntan así indicadores individuales y familiares de carácter social, como el dedicarse a actividades de ocio, o guardar algo de paga mensual para gastarla en uno mismo, o quedar de vez en cuando con amigos... y se añaden indicadores de carácter social a los anteriores exclusivamente materiales. Además, se cambia la definición de «baja intensidad» del empleo. Ahora se considera así a los hogares en los que de todos sus miembros en edad de trabajar, solo lo hizo uno de cada cinco, o todos ellos a un 20 por ciento de su capacidad real de empleo.

Estos indicadores retocados y los nuevos de carácter social amortiguan el efecto de los anteriores indicadores materiales. Por eso la nueva forma de calcular mejora la tasa, aunque los indicadores materiales sigan siendo malos. En términos prácticos, el INE ha cambiado los resultados, cocinando los datos en base a nuevos y diferentes criterios, que hacen que parezcan mejores. Mismamente lo que hace Tezanos con sus sondeos en el CIS.

Es algo que viene ocurriendo desde hace ya algunos meses, cuando Moncloa desató una purga en el INE denunciada por la Asociación de Estadísticos Superiores del Estado. El plan del Gobierno pretendía controlar los indicadores de mayor relevancia: los que certifican la marcha de la actividad económica –PIB–, de los precios –IPC–, del paro –Encuesta de Población Activa– y de la incidencia de la pobreza –tasa Arope– para así mejorar el impacto de su propaganda en la opinión pública. El trabajo del INE en el cálculo de indicadores responde al mandato del servicio estadístico europeo, el Eurostat, pero la decantación de los datos oficiales se basa en un proceso estadístico que permite cierta modulación. Por eso, desde la dirección actual del INE se asegura que el nuevo método incorpora las instrucciones estadísticas europeas. Probablemente sea cierto, pero también lo es que se aplica por primera vez después de que Moncloa lograra desalojar sin contemplaciones al anterior presidente del INE, Juan Manuel Rodríguez Poo. Poo dejó el cargo en junio pasado, tras una semana de rumores sobre su inminente cese, y después de que se filtrara el enfado del Gobierno con las estadísticas que desmentían sistemáticamente el optimismo de Sánchez sobre la contención de la inflación y el crecimiento económico.

El revuelo fue tan fuerte que despertó incluso la curiosidad europea ante la información de que Poo sería sustituido por un directivo más complaciente con la política económica del sanchismo, Israel Arroyo, número dos del ministro Escrivá, que había preparado su incorporación al INE dimitiendo de la secretaría de Estado de la Seguridad Social, pocos días antes del abandono de Poo. Al final, el escándalo y el cabreo de los estadísticos con la purga desatada en el Instituto provocó que Arroyo se escaqueara. La presidencia del INE fue finalmente ocupada –en el mes de agosto– por la socialista andaluza Elena Manzanera Díaz, alto cargo en el Instituto Estadístico de Andalucía durante el Gobierno de Griñán. Desde entonces, el INE es tan inofensivo y leal con el Gobierno como un animal domesticado.

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