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Joaquín Rábago

El testamento de Noam Chomsky

Una imagen de archivo del lingüista, ensayista y filósofo estadounidense Noam Chomsky. EFE

Próximo a cumplir ya el siglo de vida, el gran intelectual y activista estadounidense Noam Chomsky ha dado a su actual Universidad de Arizona una larga entrevista que podría considerarse su testamento político.

El fundador en sus tiempos de profesor del Instituto de Tecnología de Massachusetts de la llamada «gramática generativa» teme no sólo por el futuro de la democracia sino también de nuestra especie si no se pone remedio a los dos mayores peligros a los que se enfrenta el mundo: una guerra nuclear y el cambio climático.

Chomsky se dice preocupado por el desmantelamiento por EEUU con George W. Bush y luego con Donald Trump en la Casa Blanca de los acuerdos de desarme trabajosamente logrados con Moscú durante la Guerra Fría. Para colmo, Rusia ha suspendido su participación en el único que quedaba, el llamado New Start.

Pese a condenar por contraria al derecho internacional la invasión «criminal» de Ucrania, Chomsky critica la nula voluntad de ponerle fin y critica el que Washington quiera aprovechar ese sangriento conflicto sobre todo para debilitar a Rusia.

Esa guerra sólo ha servido, explica, para reforzar el control de Europa por Estados Unidos y acelerar el declive industrial de ese continente al cortar sus lazos con Rusia, país rico en los recursos que Europa necesita.

EEUU insiste en un mundo «unipolar» y pretende que el resto del mundo se incorpore al sistema de la OTAN después de que en la última cumbre de la Alianza, celebrada en Madrid, se ampliase su alcance hasta la región del Indo Pacífico.

Pero los países del grupo llamado BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica), que representa el 40 por ciento de la economía global, aspiran a un mundo independiente de las sanciones norteamericanas y del poder del dólar.

EEUU se empeña en impedir el desarrollo económico y tecnológico de China, embarcando en esos esfuerzos a Europa, para muchos de cuyos países el gigante asiático representa, sin embargo, un enorme mercado.

El otro gran desafío de la humanidad, explica Chomsky, es el calentamiento del planeta, que, entre otras cosas, va a provocar «enormes migraciones» a partir de aquellas regiones que se vuelvan inhabitables.

El nonagenario intelectual estadounidense critica duramente a las grandes compañías energéticas, a las que sólo interesan los máximos beneficios a corto plazo y que están dispuestas a explotar nuevos yacimientos de gas y petróleo aunque ello signifique un día, cada vez más próximo, el fin de la vida en el planeta.

Chomsky atribuye por otro lado la falta de confianza de cada vez más ciudadanos en las instituciones democráticas a los desastrosos efectos económicos y sociales del «neoliberalismo», que no sólo significa un compromiso radical con la libertad de mercado, sino también rescates financieros multimillonarios cada vez que estalla una crisis.

Según la Rand Corporation de EEUU, en el último medio siglo nada menos que 50 billones de dólares han pasado del 90 por ciento más pobre de la población al 1 por ciento más rico. Todo ello, gracias, entre otras cosas, a la liberalización de los mercados.

Chomsky se dice también preocupado por el creciente antiintelectualismo y el rechazo del conocimiento científico por cada vez más norteamericanos.

Y atribuye en buena parte ese fenómeno a los movimientos religiosos extremistas: un gran porcentaje de la población de aquel país no cree en la teoría de la evolución, sino que sigue confiando ciegamente en lo que dice la Biblia.

Hay además dirigentes políticos como el actual gobernador de Florida y posible candidato a la Casa Blanca, el republicano Ron DeSantis, que pretenden que los escolares del país no estudien los aspectos más polémicos de la historia norteamericana como la esclavitud.

Desde la presidencia de Donald Trump, el Partido Republicano ha abandonado la política parlamentaria y se dedica a la «insurrección radical», explica Chomsky, según el cual el nuevo héroe de ese partido es el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, o sus equivalentes polacos.

Pesimista de la inteligencia pero optimista de la voluntad, para decirlo con Gramsci, Chomsky considera que no todo está perdido y anima a los jóvenes a luchar por la democracia y contra las guerras y el cambio climático como hicieron en su día las feministas o el movimiento en pro de los derechos civiles. ¡Ojalá muchos y no sólo en EEUU le hagan caso!

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