Opinión
‘Hijos de la fábula’, una novela para reírse de ETA
Una distorsión capital en el abordaje del terrorismo islámico consiste en otorgar a los yihadistas una pretendida superioridad moral. Asesinan, pero su disciplina rigorista produce algo muy parecido a la admiración. La ejecución de Bin Laden rodeado de videocasetes porno debería modular esta sumisión occidental a la pureza de la causa. Al Qaeda o Daesh pueden ser tomados como objeto de irrisión, pero nadie se había atrevido a mofarse de ETA en la literatura de masas, como prescribe Fernando Aramburu en Hijos de la fábula.
Los mozarrones Asier y Joseba son dos aspirantes a ingresar en ETA durante los estertores de la banda terrorista, encuadrados por uno de sus predecesores bajo el genérico de «sois un par de subnormales». En efecto, Aramburu no milita tampoco en la corrección política al describir a sus atolondrados protagonistas, a quienes la tregua no nubla el entusiasmo dinamitero. Su objetivo se resume en «le cogemos el relevo a ETA», un exigente programa de liberación nacional que incluye nombrar al nuevo comando y buscarle un logotipo. Frente «a la bajada de pantalones de ETA», en la nueva organización «no entrará cualquiera. Miraremos con lupa a cada aspirante».
El lector de Hijos de la fábula se encuentra en la misma situación paradójica que el espectador de Los productores de Mel Brooks, cautivado a plena carcajada en el número musical Primavera para Hitler, antes de que la mueca se congele al calibrar el motivo de la risa. También la novela satiriza a una organización que mató a un millar de personas, y solo se ha librado del escándalo porque Aramburu está inmunizado por Patria, aclamada errónea pero unánimemente como una impugnación unilateral del extremismo vasco.
Reírse de ETA ha provocado que Hijos de la fábula haya sido contemplada con una frialdad por debajo de su factura. Elogiar esta novela podría encuadrarse en los amplios márgenes de enaltecimiento del terrorismo que cada año llevan a decenas de personas ante la Audiencia Nacional, una cifra muy superior a la condenada con los terroristas en vigor. Las disquisiciones políticas y penales no han afectado a lectores de este cóctel de Cervantes y Tres hombres en una barca, donde un alevín de terrorista se enfurece cuando introduce accidentalmente el pie en el agua. La labor de su compañero es subirle la moral pedagógicamente:
-Cosas peores pasan en la lucha, ¿te vienes abajo por una chorrada?
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