Opinión

Estoy hecho un lío

El Rey Emérito Juan Carlos I aterriza en Vitoria

El Rey Emérito Juan Carlos I aterriza en Vitoria / L. Rico

Soy el ateo que más reza del mundo, aunque con pocos resultados si he de decirlo todo. Hace poco, durante mi paseo matinal, vi en la calle a una paloma con el ala rota a punto de ser atropellada por un coche que daba marcha atrás para aparcar. Dios mío, dije para mis adentros, si no la atropella, seré bueno el resto del día. Finalmente, la atropelló dejando sobre el asfalto una especie de calcomanía sanguinolenta. No tenía por lo tanto ninguna obligación de ser bueno ese martes. Decidí, no obstante, portarme bien. Portarse bien quería decir, en gran medida, no odiar a nadie a lo largo de la jornada. De modo que no odié al rey Juan Carlos por venir a darnos la lata una vez más con el tema de las regatas de Sanxenxo. Con su pan se lo coma, me dije. Pero como soy dado a los pensamientos rumiativos, empecé a darle vueltas a una multa que me puso Hacienda el mes pasado por retrasarme en el pago del IVA y me cabreé. Me cabreé porque el emérito ha hecho cosas más feas y se ha ido de rositas, bien por ser inimputable, como los menores de 14 años, bien porque sus delitos han prescrito, bien porque la justicia ha mirado hacia otro lado.

Aceleré el paso, porque, según mi terapeuta, es un buen método para escapar de las ideas obsesivas y recuperé la paz perdida hasta el punto de volver a rezar, en un arranque de bondad que me honra, por el mismísimo Juan Carlos, a fin de redimirme de mis malos pensamientos anteriores. Le pedí a Dios que no se le indigestara una ostra, ni que se cayera del Bribón, ni que se torciera un tobillo. Me sorprendió que a Dios le importara un pimiento la paloma, tratándose de un símbolo del Espíritu Santo, y que se preocupara por el monarca, pues lo cierto es que ni se torció un tobillo, ni se cayó del Bribón ni se le indigestó una ostra. Dios es muy del sistema, pues sólo escucha mis oraciones cuando rezo por causas estúpidas.

Así las cosas, tampoco me parece raro que haya gente que le rece al demonio. A lo mejor, si le hubiera pedido al demonio lo de la paloma, el coche no la habría atropellado y podría haberla recogido para llevarla a un centro de recuperación de aves. Estoy hecho un lío, no sé a quién dirigir mis oraciones, aunque no puedo prescindir de ellas porque estoy seguro de que si lo hago se acabará el mundo.

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