Opinión | Análisis

Kilian Arteaga Gutiérrez

El sistema canario de tratamiento de aguas no cojea, le falta una pata

El sistema canario de tratamiento de aguas no cojea, le falta una pata

El sistema canario de tratamiento de aguas no cojea, le falta una pata / E. D.

Esta mañana me tuve que detener con el coche en un paso de peatón para cederle el paso a un padre y su hijo que, al verlos pasar cargados con todos los bártulos propios de quien se prepara para pasar el día en alguna de las playas de espectáculo con las que contamos en Canarias. Me sobrevino una cierta sensación de nostalgia, típica de quien conoce la idiosincrasia canaria y lleva demasiado sin quitarse el salitre de las cejas después de levantarse de la toalla. En ese momento, al mirar arriba como alongándome hacia el volante para así poder ver el cielo, caí en la cuenta. El casi sempiterno verano canario ya estaba de nuevo aquí.

Pronto se llenarán los noticiarios con titulares sobre las abarrotadas playas y los altos índices de ocupación hotelera a los que estamos acostumbrados. Y muy probablemente también aquellos no tan halagüeños sobre las playas que tienen que ser clausuradas porque la presencia de bacterias fecales o microalgas no las hacen aptas para el baño. Pero ¿Cuál es el problema subyacente que propicia que año tras año tengamos que hacer frente a este escatológico asunto?

Alrededor de este tema siempre se escuchan voces críticas con la gestión política, o quizás con la posible sobrepoblación turística, con un enfrentamiento entre quienes proponen un modelo u otro de turismo para el futuro de nuestras islas. No obstante, este artículo no tiene como objeto debatir ni la situación económica ni identificar responsabilidades políticas, mucho menos ser adalid del modelo turístico más adecuado para nuestra comunidad. El objeto en este caso es discutir de la forma más transversal posible el origen y solución de esta situación que, sea cual sea nuestra postura al respecto, tenemos que coincidir que supone un gran impacto tanto económico, ambiental y sobre todo de imagen percibida de nuestras islas.

Es el momento de levantar la vista y mirar hacia estas regiones que se han enfrentado a los problemas de contaminación

Hasta ahora los esfuerzos de mejora se han centrado en aumentar el porcentaje de aguas residuales que son depuradas antes de su vertido al mar. Si bien es cierto que, aunque este número ha aumentado conforme van pasando los años, el problema persiste. El motivo detrás de este hecho es que esta medida porcentual tiene en cuenta qué proporción de las aguas desechadas entran en el circuito de tratamiento, no qué porcentaje de estas son efectivamente depuradas. La realidad es que el proceso de depuración como cualquier otro tiene una eficiencia que computa entre otras cosas la reducción efectiva de ciertos parámetros, como las concentraciones de materia orgánica y de ciertos tipos de bacterias, a la entrada y salida del circuito. Siendo este el factor clave en el que tiene origen el problema. Poco impacto positivo tendrá aumentar el porcentaje de aguas depuradas si las eficiencias del sistema del tratamiento de aguas canario siguen siendo deficientes.

Remitiéndonos a los hechos, este fue uno de los principales motivos que propiciaron el proyecto de renovación de la EDAR (Estación Depuradora de Aguas Residuales) de Buenos Aires entre otras. La cual, a pesar de no estar saturada salvo en momentos de excesiva demanda, en relación con los caudales de entrada de agua, sí lo estaba en base a las cargas contaminantes del agua bruta de entrada. Las cuales suponían aproximadamente el doble de las que se consideraron en su diseño. Propiciando que la eficiencia del circuito de depuración fuera totalmente deficiente, obligado en ciertos momentos a verter agua al mar sin depurar.

Actualmente, todas las iniciativas que se están tomando van destinadas a la mejora de las plantas de depuración masiva o a la creación de nuevas EDAR. El problema que plantea esta postura es la escasa capacidad de adaptación de dichas estaciones cuando los parámetros de entrada superan aquellos para los cuales fueron diseñadas, además de que los límites teóricos de eficiencia con las que se proyecta una EDAR, que tiene que hacer frente a la entrada de ingentes metros cúbicos de aguas fecales, son bastante modestos y cuestionablemente puedan por ellas mismas solventar el problema que nos atiende.

Con esto no pretendo desacreditar el esfuerzo que se ha hecho hasta ahora, sino más bien dejar patente la necesidad de desarrollar una rama que es deficiente en el sistema. Existe una tendencia asentada que ha ido ganando peso con el tiempo en otros países como Australia, Japón (Johkasou), Suiza y cada vez más en Europa que es la microdepuración o depuración descentralizada. Y consiste en trasladar una parte de las responsabilidades al usuario del sistema de tratamiento, es decir, al ciudadano. Instalado a nivel particular un pequeño sistema de depuración eficiente que realiza la primera etapa del proceso de depuración antes de verter las aguas fecales a la red, con variantes que aplican este sistema a la depuración de aguas grises para su posterior utilización en inodoros o para destinar el agua para riego. Este sistema es escalable y de pequeñas dimensiones pudiendo ser instalado enterrado o en el sótano de viviendas unifamiliares o de colectividades como edificios, comunidades de vecinos u hoteles. De esta forma este nuevo elemento, quitaría gran parte de la carga contaminante de las aguas que son tratadas en las EDAR, aportando una significativa mejora a la eficiencia global del sistema.

Esto es especialmente necesario en Canarias ya que nuestra región se caracteriza por una amplia segregación de la población en todo el territorio, ocasionando que una proporción importante de las viviendas no estén conectadas al sistema de tratamiento de aguas. Teniendo un impacto especialmente importante en la contaminación marina las poblaciones costeras, cuyos vertidos acaban en más de una ocasión directamente en el mar. En estos casos, aunque existe una regulación relativa a las viviendas desconectadas de la red de saneamiento, solo es aplicable a las viviendas de nueva construcción.

Es por tanto el momento de levantar la vista y mirar hacia estas regiones que se han enfrentado a los problemas de contaminación de sus costas y ríos. Estos han encontrado como solución más favorable la descentralización del sistema. Fomentando en casos como Japón, la instalación de estos sistemas mediante deducciones fiscales, incentivos y cofinanciación de los proyectos en las viviendas y colectividades. Esta nueva rama del sistema de depuración vería sus resultados en el medio y largo plazo, cuando un número significativo de viviendas contaran con este sistema. Es pues el momento de empezar a abogar por este tipo de soluciones, a nivel local con los consecuentes incentivos fiscales y promoción, y a nivel nacional con la modificación de la normativa (CTE) para regular eficientemente el impacto de las nuevas construcciones en zonas especialmente sensibles o de interés ambiental.

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