Opinión

Ensoñaciones

Ayuntamiento de Los Realejos

Ayuntamiento de Los Realejos / E.D.

Una vez soñé que vivía en un lugar donde sus habitantes conservaban, aclamaban y ensalzaban los logros y virtudes de sus más extraordinarios conciudadanos. Eran ensoñaciones de literatura fantástica, de paisajes idílicos aderezados con heroicas hazañas que elevaban a sus ilustres personajes a los altares de lo eminente. Intelectuales, escritores, artistas y un nutrido grupo de excelsos hombres y mujeres a los que recordaban sin complejo en cada barrio y plaza de aquella ciudad que nunca existió. Sin embargo, ese espejismo quedó relegado en una traicionera ensoñación, en el anhelo de una sociedad con más memoria e identidad; la aspiración de un entorno en deuda con los consagrados que contribuyeron a engrandecer la historia y la retentiva de los pueblos. Mi determinación utópica me exigía recrear la recuperación regia del legado de nuestros célebres dignatarios. Por un momento atisbé en el horizonte más cercano la vivienda del insigne polígrafo realejero José de Viera y Clavijo, reformada y rehabilitada, contada y cantada a través de La vida de Jorge Sargo y las Noticias de la historia general de las Islas Canarias que con tanto esmero cautivó a la historiografía europea. Reviví con surrealismo la magia del a veces olvidado Óscar Domínguez, envidiando el cariño que le profesaron en Montparnasse frente a la mermada anuencia de su isla natal. En mi quimérica ensoñación vislumbraba avenidas flanqueadas con los pinceles abstractos de Dolores Massieu y las esculturas sintéticas y estilizadas de Eduardo Gregorio. En la calle de arriba, cerca del antiguo Santa Cruz, caminaban prestos Eduardo Westerdahl, García Cabrera y Domingo Pérez Minik con la voluntad de editar a tiempo el primer número de la Gaceta de arte. Mientras tanto, los aprendices de periodistas esperaban sus letras en el antiguo y concurrido quiosco Numancia. Soñaba con Las Rosas de Hércules recitándose en las escuelas y con los pubertos debatiendo sobre la proyección de la estética modernista en la obra del gran poeta de Moya. Imaginaba a las activistas de mañana evocando la osadía de Mercedes Pinto en su Divorcio como medida higiénica, enfrentando al machismo actual heredado de aquella época de blanco y negro de Primo de Rivera. Y en color veía a Femés y a todo Lanzarote rindiendo homenaje a Mararía, a Rafael Arozarena y a todo lo bueno que regaló gracias a su maestría con el cromatismo literario. Era en ese mismo sueño donde paseaba por la calle Fortunata y Jacinta, por la Avenida Marianela, justo al lado de la plaza Doña Perfecta, en aquel rincón donde los críos se intercambiaban cromos de los personajes de las 46 novelas históricas de los Episodios Nacionales. Ahí estaba el joven y tímido Galdós construyendo prosa de realismo para recordarnos a todos los canarios que es el mejor novelista de España junto a Cervantes. Como soñante, la cabezada duró lo mismo que una fábula de Tomás de Iriarte devorada con entusiasmo. Era la métrica onírica que mide los segundos de una genial ensoñación que hizo madurar la idea de una sociedad que gratifica al pueblo leído y humanista. Ya con el desconcierto del desvelado, la Real Academia Española incorpora tras casi cien años el acento canario y la brillantez de una gran filóloga como Dolores Corbella. No podemos olvidar que es la primera mujer de las islas en formar parte de una institución tradicionalmente reservada a señores y a algún que otro Australopithecus. Al fin y al cabo, la vida es sueño.

@luisfeblesc

Suscríbete para seguir leyendo