Opinión

Besos

Hace pocas fechas se celebró el Día del Beso. Por todo el morro. Hay días de todo ya. Día del jamón ibérico, de la rana china, del sidecar, de los melones rojos y de la lucha contra la inoperancia. El Día del Beso es en tal fecha porque en esa jornada de no sé qué año se registró el beso más largo de la historia. En Tailandia. Nos han salido besucones los tailandeses, a lo que se ve, si bien la mayoría de los españoles que viajan allí prefieren masajes. Más que besos. Para no pocos, es más exótico un beso que Tailandia. Viven sin besar, sin ser besados, sin ese telegrama de cariño que supone un piquito antes de ir a trabajar o al salir de casa o al despedirte en el autobús. Ese beso de hijo a padre, de abuela a nieta. El beso es salud. Lúbrico o paternal, a deshora o previsto, en la calle o en la filatelia, en una esquina, en el instituto, en el asilo. Hay besos a créditos como hay besos mágicos. En las parejas, la rúbrica del tratado de paz es un beso.

Se nos va el artículo por el lado almíbar, por el lado tierno, y se va convirtiendo en una columna beso que se le puede pegar a la mejilla, donde tal vez ya tiene usted estampado un beso, restos de café y hasta maquillaje. Pero besos también son los de Judas. O los de los traidores, vendepatrias, arrebatacapas, trepas, falsos o aprovechateguis. No es el lugar para catalogar a los besadores o a los besos, ya cada cual tiene en su memoria o acervo un puñado de besos que no olvidará. Por no queridos o por añorados. En el Día del Beso ruge igual el político enfurruñado y a lo mejor lo calman a besos al llegar a casa. En el Día del Beso el pobre sigue siendo pobre y el rico, rico, pero tal vez alguien reparará en el significado del beso (dónde van los que no das, dónde los que no te dan) en su necesidad y en el número dados en la jornada. Los besos han decaído con la pandemia. Van regresando pero hasta ahora podíamos, con la excusa del virus, rechazar besos de quien nos daba asco. Podíamos incluso no estrecharle la mano. Claro que también recibíamos muchos menos de quienes de verdad apreciamos. Tenemos besos almacenados. Con lengua o pudor, enconados o azules. Hay que irlos sacando. Y exigiéndolos. Un besuqueo tonificante para afrontar las inclemencias de cada jornada. Que vaya usted a saber a qué estará dedicada.

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