Opinión | Ver, oír y gritar

Marc Llorente

Los ‘moderados’ tienen un plan

Núñez Feijóo en acto político en Cintruénigo (Navarra)

Núñez Feijóo en acto político en Cintruénigo (Navarra) / Villar Lopez

Los intereses lucrativos de las grandes empresas buscan siempre el amparo de los diferentes gobiernos, en el ámbito de la economía mundial, y de unas reglamentaciones protectoras. El lucro es para unos cuantos, no para los trabajadores que sacan adelante la producción o la prestación de servicios. Las reglas de la ortodoxia imperante son así. Pero se requieren otros enfoques e instrumentos, más que decisiones cortoplacistas ante determinadas circunstancias. Porque las crisis de una u otra clase se van encadenando con algunos momentos de tregua, y la incertidumbre, el desequilibrio y la inestabilidad no dejan de amenazarnos. Incluso el riesgo de una nueva crisis o de colapso.

Ahora bien, la economía española sigue destacando en Europa actualmente. La reforma laboral, el Plan de Recuperación, las medidas de choque, el abaratamiento de la energía, la protección de los pensionistas o la subida del salario mínimo están consiguiendo nuestra resistencia ante la inflación. Las medidas de las instituciones nacionales y europeas continúan favoreciendo la mejora de las familias y más aún de las empresas.

España no va mal con la inflación contenida, la segunda más baja de la UE, y podrá ir mejor este año, pese a la pataleante oposición de una derecha que profetizó, impunemente, enormes cifras de desempleo. Pues no. La crónica de un desastre anunciado no se ha hecho realidad. Y prefieren el modelo francés de pensiones que incendia la calle. Trabajar más años, pensión más baja y ninguna garantía de un sistema público lo más justo posible. Estas actitudes definen al PP y a Feijóo en el lujoso desayuno (des)informativo organizado por Nueva Economía Fórum en el hotel Ritz.

Ayuso, su telonero y el resto de la cofradía de comedias antidemocráticas airean el embuste y la sandez sin pausa. Esta señora promete a los madrileños una nueva bajada del IRPF de medio punto en todos los tramos, que solo vale para recaudar menos y deteriorar progresivamente los servicios públicos. El pueril concepto de libertad a la madrileña de la baronesa consiste en que la gente pueda tomar algo en un bar y en ponerse al servicio de las rentas altas en perjuicio de la población. La misma libertad que hubo en la dictadura. Y todos tan alegres empinando el codo. «Sánchez o España», dice ella. Es decir, un okupa en la propiedad de la derecha. El país es suyo, y acusa a Yolanda Díaz de ser la vicepresidenta más ineficaz de la historia. Imaginen un combate verbal entre la ministra de Trabajo y una Ayuso noqueada en el primer asalto.

El optimismo, en lo que cabe, y ciertas cuestiones chocan con la España en blanco y negro de los adalides que solo quieren tener las riendas a fin de viajar al pasado. La hoja de servicios de unos contrasta con la de otros. Frente a la intención de blindar derechos y mirar al futuro, está la opción de los jinetes del apocalipsis que manejan la ley del más fuerte y el método de «sálvese quien pueda». No es lo mismo un proyecto que intenta proteger a la ciudadanía y seguir creando las condiciones de una España mejor, que el «no se puede» de los portavoces políticos y mediáticos de las clases dominantes. ¿Es imaginable el voto del débil al verdugo? Pues sí. Se produce más de una vez.

El programa que enarbola el dirigente gallego, para las elecciones locales y autonómicas, contiene promesas que pretenden una «reconstrucción económica, social e institucional». O sea, volver a construir como si España estuviese rota y necesitase que el PP y Vox se besen en beneficio de una «mayoría moderada». Igual de mesurados que Feijóo y sus parientes políticos, que no paran de soltar disparates con tal de pillar votos y de emborronar, a toda costa, un panorama que favorece razonablemente a los ciudadanos, con un Gobierno de coalición que sigue trabajando en la misma línea.

Por su parte, la tensión entre Podemos y Sumar echa humo, y Sánchez defiende que la unidad de la izquierda debe ser amplia y tener la aspiración de movilizar al electorado progresista. La división pone en peligro las mayorías necesarias por las particularidades del sistema electoral. Están condenados a entenderse. ¿Habrá trasvase de votantes socialistas hacia Sumar? ¿Despertará Yolanda Díaz una reactivación en los comicios generales y en los del 28M, aunque no se presente a estos que están tocando el timbre?

De un modo u otro, la ministra es una de las claves frente a la falsa política transversal del plan de los «moderados». Claro que una oposición es imprescindible. Pero sensata. La calidad democrática y la lucha contra la precariedad no tienen que decaer. Repito. Uno de los problemas es que el voto de la izquierda se divida y sus formaciones pierdan escaños en las generales del próximo diciembre. Todavía queda algún tiempo.

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