Opinión | El lápiz de la luna

Elizabeth López Caballero

De dudas existenciales

Fotograma del cortometraje ‘Y mi abuela, también’, de Yesenia H. Febles e Inés R. Fernández. | | YESENIA H. FEBLES/INÉS R. FERNÁNDEZ

Fotograma del cortometraje ‘Y mi abuela, también’, de Yesenia H. Febles e Inés R. Fernández. | | YESENIA H. FEBLES/INÉS R. FERNÁNDEZ / Carla Rivero

Es curioso el mundo que nos está tocando vivir. Un mundo, se supone, cada vez más evolucionado, más accesible, un mundo que cabe en la palma de la mano, hasta el punto de que, con un «clic», accedemos a toda la información necesaria en un instante. Información. Información. Información. En cantidad y, en no pocas ocasiones, de pésima calidad. Un mundo de constantes cambios. De tantos cambios que ya uno no sabe qué era lo que sabía y qué le queda por aprender. Un poco eso me sucede a mí con el feminismo. Yo creía saber lo que era. Vengo de una familia de mujeres fuertes e independientes. Mi abuela, a finales de los cincuenta, tenía su propio negocio: una modesta tienda de aceite y vinagre, y mi abuelo poco pintaba allí, más que los recados que mi abuela le mandaba a hacer. Mi madre se quedó viuda con cuarenta y cinco años y cuatro hijos pequeños a mediados de los noventa. Nos sacó adelante sin ayuda, con tres trabajos y un mensaje claro y rotundo: «Aprendan a sacarse las castañas del fuego solas para que sean independientes» y creo que tanto mis hermanas como yo así lo hemos hecho. Para mí, mi abuela y mi madre eran un claro ejemplo de feminismo, así como muchísimas otras mujeres que hay en mi vida, que son feministas y no reniegan de los hombres, simplemente se rodean de aquellos que las valoran, las validan y las respetan. Sin embargo, se está dando un movimiento que no termino de entender en el que parece que para ser feministas hay que darle muerte al hombre. Movimientos como el de ser madres solas, a través de una inseminación: «Porque no quiero ni necesito un hombre». Bien, tremendamente respetable el «querer» ser madre sola, pero ese embarazo se da gracias al espermatozoide de un hombre, ya que aún no han descubierto, recalco «aún», una forma de fecundarnos sin ellos, por lo tanto «el hombre es necesario» nos guste más o menos. Aunque sea para que se dé el embarazo, ya en la crianza, me parece heroico y admirable, sea por necesidad o por libre elección, que las mujeres asuman, en soledad, criar a un hijo. Luego, hay personas, como la secretaria del Estado de Igualdad, que considera que la penetración es un acto machista y está sumamente preocupada por ese 75% de mujeres que prefieren la penetración a la masturbación, como si ambas cosas fueran incompatibles. No sé, creo que hay que diferenciar entre la violación, las relaciones forzadas y el sexo consentido. Que cada vez que un hombre nos penetra no es para dominarnos ni para someternos. Y ya el último giro a este nuevo remanente del feminismo 2.0., uno que sí me cabrea, es el de las mujeres que piensan que las que vivimos en pareja somos menos independientes que las que deciden vivir solas, en un pequeño pisito decorado según los consejos de Tiktok y que tanto esfuerzo les ha costado conseguir. A ver, muchas de nosotras hemos elegido vivir solas, solas teniendo pareja o junto a la pareja. Y otras muchas, por desgracia y por las situaciones que les han tocado vivir, no tienen la opción de elegir. Así que me parece una humillación que haya quienes consideren que las mujeres que deciden vivir solas son más feministas y más independientes que otras que viven en pareja, que deciden casarse –parece que el matrimonio ahora es una aberración– o que por cuestiones económicas o Dios sabe qué otras razones, deben vivir con sus padres o con quien sea. Ustedes me van a disculpar, pero el feminismo no es estar juzgando que lo que hacen unas mujeres está bien y lo que hacen otras está mal. El feminismo es el respeto de unas a otras. Es ayudar a la que no puede –para que pueda también– sin juicio ni crítica. El feminismo no excluye ni fragmenta. Empiezo a pensar que el problema en esta lucha hace tiempo que dejó de ser el hombre… No sé, para hacérnoslo mirar.

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