Opinión

El tenor canario De León defiende a la ópera frente a los musicales

Jorge de León (La Laguna, 1970) en los exteriores del Auditorio de Tébar (Cuenca).

Jorge de León (La Laguna, 1970) en los exteriores del Auditorio de Tébar (Cuenca). / El Día

Para el gran tenor canario Jorge de León, la ópera es un género muy vivo, que ha sido siempre muy popular y debería ser también hoy capaz de atraer a nuevos públicos pese a la competencia que le hacen últimamente los musicales.

Y ello, habría que añadir, también pese a ciertas extravagancias de directores como el alemán Frank Castorf, a quien se debe la puesta en escena de La Forza del Destino, de Verdi, que De León interpreta con enorme éxito en la Deutsche Oper berlinesa.

Castorf, conocido como un provocador del teatro contemporáneo que a nadie deja indiferente, ha intercalado en la ópera de Verdi, basada en el drama Don Álvaro o la fuerza del sino, del Duque de Rivas, textos del dramaturgo alemán Heiner Müller, del escritor italiano Curzio Malaparte o del dominico español fray Bartolomé de las Casas.

Su intención es aprovechar la obra inmortal de Verdi para hacer una denuncia tanto de los excesos en la evangelización por los españoles de América como de los fascismos del siglo XX y la posterior la irrupción capitalista en Europa con el desembarco del Ejército norteamericano en Nápoles, que tan bien describe Malaparte en La Piel.

Ese injerto político, con la presentación en el escenario de efigies de Franco y Mussolini o el continuo pasear de la bandera de la España franquista en una historia romántica de guerra y odios familiares, no parece ser del gusto de parte del público tradicional aunque resulta muy eficaz como denuncia de todas las guerras, también de la actual de Ucrania.

En conversación con este periodista, el tenor expresó comprensión por la reacción de parte del público y explicó que el problema con tomarse en el teatro ciertas libertades es que no basta con que el director tenga claro lo que quiere expresar, sino que lo tenga también el intérprete y que el público lo entienda, lo que no es siempre el caso.

Para el tenor canario, lo importante sobre todo es que no se pierda el sentido original y se respete además la continuidad de la música, que es la esencia de la ópera. El teatro, explica, tiene otros tiempos.

Giuseppe Verdi es en cualquier caso un compositor con el que el que De León está muy familiarizado porque ha interpretado en distintos teatros del mundo algunas de sus obras más conocidas: Réquiem hasta Otelo, Aida o Macbeth, entre otras.

Verdi, dice, es un «compositor sublime», que cuida siempre al cantante, que le ayuda a perfeccionar su técnica. Para cantar a Verdi hay que tener una técnica muy depurada.

Curiosamente, añade, el músico italiano parece sentir siempre más admiración en sus obras por los barítonos que por los tenores. Así, en La Forza del Destino, hay sólo un dúo del tenor con la soprano frente a unos cuantos, muy aplaudidos por el público, entre tenor y barítono.

A una pregunta sobre la competencia que presentan para la ópera los musicales, que parecen estar de moda en ciudades como Madrid, De León no duda en señalar la superioridad de la primera, que, al igual que ocurre con la zarzuela, ofrece «un sonido real, sin amplificación ni otros artificios».

La ópera, afirma, es y será siempre el arte total: teatro, música, luces, y el problema en cualquier caso es la aceleración y falta de reflexión de la vida actual: se va siempre a lo rápido, a lo simple, a lo que no exige pensar.

De Santis dice estar leyendo actualmente con fascinación el libro Bracale y Caruso: la saga habanera de un empresario italiano, del historiador cubano Enrique Río Prado, que explica cómo el empresario italiano Adolfo Bracale llevó a Cuba a los principales cantantes del momento: entre ellos Caruso, Hipólito Lázaro o Tito Schipa.

En aquella época –entre 1910 y 1936–, explica el tenor canario, que actuará próximamente en Oviedo, La Habana era operísticamente más importante que Nueva York.

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