Opinión | A BABOR

En misa y repicando

Vuelos baratos de Binter.

Vuelos baratos de Binter. / E. D.

En esta campaña de Semana Santa llegará a las islas casi 13.000 aviones, casi 7.400 en vuelos nacionales (la ansiada recuperación del turismo peninsular) y más de 5.600 internacionales. Además, 180.000 canarios cambiarán de isla este año durante esta semana. Fred Olsen, Armas y Binter han programado 1.300 operaciones y 850.000 plazas. Canarias sigue siendo el destino favorito de los turistas canarios y españoles, pero también resulta muy atractiva para los europeos, a pesar de la creciente competencia de Turquía y los destinos africanos del Mediterráneo. Los alojamientos canarios están a rebosar. La patronal prevé una ocupación de alrededor del 85 por ciento, superada en Fuerteventura, donde el porcentaje llega al 90 por ciento. En Tenerife, la ocupación de hoteles y apartamentos estará entre el 73 y el 80 por ciento. Con esas previsiones y las reservas de última hora, Canarias superará la cifra de ocupación del último año. A las islas llegaran estas fiestas más vuelos (y más turistas) de los que se movieron en 2019, antes de la pandemia.

Esos son hoy los datos de un sector que alimenta de forma directa la tercera parte de nuestro PIB, y que entre 2020 y 2021 sufrió las mayores pérdidas de toda su historia, más de 15.000 millones de euros entre marzo de 2020 y finales de 2021. Es cierto que el Gobierno regional se volcó con medidas de apoyo al sector, dirigidas a resolver los gravísimos problemas de liquidez y endeudamiento de las empresas, con un plan extraordinario de ayudas para autónomos y pymes turísticas, la subvención a fondo perdido para el IBI de los establecimientos, la excitación de demanda con el bono turístico y más dinero para conectividad. Además, el Gobierno ha asegurado estar en condiciones de gestionar ante de que concluya este año 476 millones de euros del programa REACT-UE y del Mecanismo para la Recuperación y Resiliencia, con inversiones en acciones para transformar la actividad turística y los espacios públicos vinculados a ella. Una inyección de dinero que se empleará fundamentalmente en energías limpias e inversiones que reduzcan el impacto ambiental del sector. Además, el empleo ha crecido desde 2021 hasta 2022 por encima del crecimiento de la propia recuperación. Habrá que vigilar si este año sucede lo mismo, y se restablecen las cifras de empleo de 2019, pero todo apunta a que debería ocurrir así.

Esa es hoy la realidad del motor económico de las islas. La ficción hay que buscarla en propuestas chiripitifláuticas como el tardío debate sobre la limitación de compra de viviendas a los extranjeros. Un debate que fue planteado en la comisión creada ad hoc en el Parlamento de Canarias para afrontar el crecimiento demográfico de las islas, y que hábilmente dejó el asunto para la próxima legislatura, porque las próximas elecciones regionales impedían dedicarle al debate el tiempo necesario.

La propuesta, planteada por Podemos como exigencia para apoyar con sus votos al próximo Gobierno regional, es otro brindis al sol. Y no es que el asunto no sea trascendente. Lo es: debe resolverse poniendo en el mercado vivienda no ocupada y vivienda pública. Pero excluir a los ciudadanos comunitarios no tiene encaje en la legislación europea, como ya ha recordado Bruselas, explicando que la medida choca frontalmente con la prohibición de restricciones de circulación de personas y capitales en el territorio de la Unión.

Mientras el Gobierno de Torres miraba para otro lado, como si el asunto no fuera con él, desde Podemos se ha argüido que hay algunos territorios de Finlandia, Dinamarca, Malta y ahora Croacia donde existen limitaciones. Es cierto, pero esas limitaciones son temporales, y fueron negociadas antes de la integración, con contrapartidas. No es de recibo plantear ahora una limitación a la adquisición de vivienda, cuando casi la mitad de nuestros visitantes proceden de países comunitaros, y la economía de Canarias recibe una inyección de fondos europeos que el Gobierno de Canarias cifró el mes pasado en 5.000 millones de euros de aquí a 2027, y eso sólo sumando fondos ordinarios, sin contar por tanto los movilizados para hacer frente a las consecuencias de la pandemia. Es una propuesta inaplicable, y peligrosa. Como tantas otras que se escuchan todos los días, planteadas por gente que cree que se puede estar repicando las campanas y al mismo tiempo en misa, pasando el cepillo.

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