Opinión

Obregón vuelve a ser la estrella

Ana Obregón.

Ana Obregón. / EP

Ocurrió en el Club de Mar, la residencia náutica de Juan Carlos I en Mallorca donde un día descubriríamos a una desconocida Isabel Sartorius. El protagonista aquella noche era Julio Iglesias, desfilando por la terraza en el cénit de su gloria. A su alrededor revoloteaba provocadora Ana García Obregón. El cantante se detuvo y le soltó:

-¿Qué te crees, que voy a tirarte a la piscina para que tengas las portadas de las revistas?

No hay como una celebridad para identificar a otra. Ana Obregón aprendió pronto de su maestro, y se arroja ella misma a la piscina mediática para definir las coordenadas de la actualidad. Los vientres de alquiler habían estado arrinconados en los debates recientes sobre solo sí es sí y trans. Ha bastado el pronunciamiento de la diva para que la maternidad subrogada aparte de un papirotazo a la inflación, a Ucrania y al cambio climático.

El parto es uno de los actos más violentos que podría imaginar una divinidad sádica, pero aquí estamos. Disimular la fascinación por Obregón como una preocupación social por las víctimas obligadas a alquilar su embarazo es una obra maestra de la hipocresía. Anita vuelve a ser la estrella, es el algoritmo de búsqueda perfecto. Se combina a la socialite con ¡Hola!, se agita y se obtiene un cóctel irresistible, «ha recuperado la ilusión por vivir». Las portadas consagradas a la maternidad contratada a los 68 años coinciden con las dedicadas el lunes a los dos nuevos ministros de Sánchez. Comparen las audiencias respectivas, si se sienten Santo Tomás.

Hasta la ultrafeminista Irene Montero ha de agarrarse al tirón de Obregón para aliviar las melladuras de su prestigio, el PP también utilizará a la bióloga para mejorar su desfallecimiento evidente. Todas las aspirantes al trono mediático, empezando por Letizia, insultan a su espejito mágico. Un día tuve a Alessandro Lequio llorándome porque Anita no le dejaba ver a su hijo en común. Era un símbolo, todo el país lagrimea cuando no tiene algo de Obregón para llevarse a la boca. Empezando por este artículo, claro.

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