Opinión

Sufrida plaza del Cristo de La Laguna

Los coches fúnebres entran y salen del velatorio atravesando la plaza del Cristo, compartiendo bicicletas, eventos...

Plaza del Cristo de La Laguna.

Plaza del Cristo de La Laguna.

A mí lo que más me ponía y me gustaba de los fuegos de las Fiestas del Cristo de La Laguna era la traca, que durante unos años la disfrutaba apoyado en la barra y protegido en el quiosco del amigo Javier Bazterra, punto de encuentro de varios amigos, algunos de los cuales, mi hermano Juan entre ellos, acababan asustados y cardiacos perdidos en el suelo con las manos taponando sus orejas. Previamente nos habíamos puesto bien comiendo unos buenos trozos de carne de cochino regada con un vino tinto de La Matanza.

Acabada la traca, nos acercábamos a la gran fuente central de agua de la plaza, que tanto identificaba a La Laguna y era orgullo de los laguneros. El nombre original de la hoy plaza del Cristo era San Francisco, pues en ese lugar estuvo desde 1506 el convento franciscano San Miguel de las Victorias.

En los alrededores de la plaza se encontraba hace siglos el Hospital de San Sebastián, refugio de enfermos durante la epidemia de peste bubónica de 1582, utilizándose hasta el siglo XX como campo de ejercicios militares de la guarnición del cuartel de Artillería ubicado desde principios de ese siglo en el solar del antiguo Convento Franciscano, siendo lo que más caracteriza a la plaza la presencia en una de sus esquinas del Real Santuario del Cristo de La Laguna, imagen que concita gran devoción de laguneros y canarios.

A finales del siglo XIX, hacia 1879, la ciudadanía lagunera disfrutaba de un templete con un gran arco triunfal de cuatro pilares, realizado en madera, lienzo, mármol y jaspe, y el 27 de marzo de 1906, el Rey Alfonso XIII y los infantes María Teresa de Borbón y Fernando de Baviera, que llegaron a la ciudad en tranvía, recorrieron la plaza. En 1922 se procede a una reforma del templete por el deterioro producido tanto en él como en su decoración, siendo sustituido por otro inspirado en motivos musulmanes, y en 1935 se construyó uno nuevo de cemento armado para acoger un altar en las Fiestas del Cristo.

En 1962, siendo alcalde Ángel Benítez de Lugo, se derriba el templete, se pavimenta la plaza con losetas, se incorporan bancos de piedra con sus orejones, modernas farolas y se construye una espectacular fuente luminosa, obra del ingeniero Carlos Díaz López, toda una obra de arte realizada con piedra artificial.

En 1999, con Elfidio Alonso de alcalde, se lleva a cabo un concurso de ideas para la plaza, y posteriormente con Ana Oramas de alcaldesa se elimina la fuente, con gran disgusto de la ciudadanía, colocándose en su lugar cuatro rumbrientos obeliscos hechos en hierro anclados al centro de la plaza, que tanto rechazo provocaron en los laguneros que fueron retirados en 2008 para dejar más espacio para la plaza, dado que la mitad oeste de ella hubo que ocuparla por el mercado provisional, que sigue ahí desde 2007, y tras 15 años seguirá mientras no se construya la nueva recova.

Un aspecto muy grave de la citada remodelación fue la tala de unos hermosos olmos con la excusa de que estaban enfermos, siendo sustituidos por tilos, por lo que, en palabras del arquitecto Javier Ruiloba, la plaza quedó «triste, vacía y desertificada».

Pues por si no fueran pocos los avatares sufridos por la plaza que tradicionalmente fue lugar de expansión y de encuentro lúdico, social, cultural y festivo, se construye un velatorio a propuesta de la muy respetable Pontificia, Real y Venerable Esclavitud del Santísimo Cristo de La Laguna junto al Santuario donde el Plan director de 2010 contemplaba un museo, siendo autorizada la licencia de obras diez días antes de las elecciones municipales de 2019. Y ahora viene la sorpresa: los coches fúnebres entran y salen del velatorio atravesando la plaza del Cristo, compartiendo bicicletas, patinetes, eventos deportivos y musicales o mercadillos. Ya está inaugurado el velatorio, y ahora, ¿qué?

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