Opinión

Pedro Alfonso

Patapum p’arriba

Hoy, gracias a haber invertido en un estado del bienestar mediamente sostenible, llegamos a los 70 años con mejor apariencia física

Varios jubilados descansan en una plaza en Tenerife.

Varios jubilados descansan en una plaza en Tenerife.

Unas generaciones atrás, reinaba en silencio la lógica dependencia de los seniors (tercera edad) y nadie discutía que, una vez jubilado y habiendo cotizado toda su vida laboral, tendrían derecho a la mayor pensión pública que se pudiera permitir, complementarla con alguna privada, si había tenido el privilegio de ahorrar, así como disfrutar del respeto intergeneracional.

De alguna manera, se rendía culto a quien había contribuido a crear el mundo que podrían disfrutar las nuevas generaciones, y que, fruto de su esfuerzo, llegaban a este momento de la vida con algunas taras físicas o psíquicas.

Hoy, gracias a haber invertido en un estado del bienestar mediamente sostenible, llegamos a los 70 años con mejor apariencia física, pero igualmente hastiados de 40 años intensos, a veces desagradables, siempre exigentes.

Las personas que nacimos en los años 60 del pasado siglo, vamos llegando a la edad de jubilación y, como decía Javier Clemente en su época como entrenador del C.D. Tenerife, alguien juega al «patapum p’arriba» con las pensiones.

En cristiano, nos alargan la edad de jubilación, los años para calcular la pensión, pretenden disminuir el importe de las pensiones y nos señalan como la lacra que impide que la caja de las pensiones tenga un saldo positivo.

Nada más lejos de la realidad, cuando esa generación aún no ha comenzado a recibir su pensión y el agujero de las pensiones (diferencia entre lo que se ingresa y lo que se paga) ya es negativa en 35.000 millones de euros, sin contar las pensiones no contributivas.

Estamos, además, creando un estado-nodriza que se vuelca en los jóvenes, a los que parece que no se les puede negar nada por si se daña su emotividad, creando personas dependientes de subsidios, que ya no valoran, mayoritariamente, el esfuerzo de la cultura del trabajo con la que sus antepasados mantuvieron su casa con orgullo y dignidad.

La mejor manera de sostener el estado del bienestar es mediante cotizaciones por trabajo con salarios productivos y una buena gestión de los gastos de la Seguridad Social, incluido el absentismo injustificado. Una especie de quid pro quo social.

Todo lo demás son parches insostenibles, que unos venden como una salvación nacional y otros, técnicos de prestigio contrastado, tienen serias dudas de que estos cambios aprobados sean la solución, e incluso puedan agravar la situación.

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