Opinión

Libretas

Libretas

Libretas

Hay un fetichismo de libretas como hay un fetichismo de lencería, de pies o de tacones. Hay libretas sensuales, atractivas, coloridas, con las páginas como más nos gustan, en blanco o con cuadros o líneas. Hay libretas tan impolutas que da pena mancillarlas. La vieja libreta en la que tomamos tantas y tantas notas para artículos, novelas, aforismos o para hacer la compra tiene las hojas, y los días, contados. Y llega un momento en el que ahíta, llena, preñada, garabateada, no da más de sí y pide la rendición al no poder ofrecernos ya complicidad.

Hay un cajón de viejas libretas que no abrimos por pura nostalgia o melancolía. La libreta de aquel curso lejanísimo, la libreta de aquel año en la que tantas citas, teléfonos, ideas, encargos o dibujos anotamos. Hay libretas llenas de líneas absurdas trazadas mientras hablábamos por teléfono. Leemos nuestra propia letra en esas libretas y a veces no la reconocemos ni nos reconocemos en esos pensamientos. Hay libretas que contienen nombres que ya no pronunciamos, apellidos que ya olvidamos. Direcciones a las que no acudiremos. Libretas con listas de libros o de películas, libretas con hojas arrancadas que ya jamás recordaremos por qué fueron amputadas, a quién fueron entregadas.

Hay una ligera emoción y un entusiasmo tenue al adquirir una nueva libreta, hojearla, asignarle destino. Una libreta en la basura, en el contenedor, contiene algo de nuestro propio yo, de nuestros afanes y trabajos, que se van a la nada. O libretas destinadas tal vez al reciclaje, fundidas, convertidas en pasta de papel para hacer nuevas libretas y que alguien escriba sin saberlo sobre lo ya escrito por nosotros. La libreta escolar nos rejuvenece y las de tapa dura nos inducen a escribir anotaciones muy serias. Hay libretas de urgencia, pequeñas, estilo bloc, muy propias para el bolsillo. La libreta del camarero lleva anotado el menú por eso nunca pasa hambre. La libreta mira de reojo al móvil, que le hace la competencia. Es país para libretas. Es una incógnita cuántas nos quedarán por llenar. Anotado queda.

Suscríbete para seguir leyendo