Opinión

Arte en la calle

Lady Tenerife

Lady Tenerife / Christian Koppchen

Como la personal, la memoria colectiva es cómoda, caprichosa y hasta arbitraria. En su nombre se mantienen símbolos vacuos, obsoletos e, incluso, afrentosos, del pasado; y se relativizan, minusvaloran y hasta olvidan iniciativas originales y valiosas que colocaron el nombre de una ciudad, la ciudad en la que vivimos, en círculos internacionales; se evocan y celebran efemérides de trascendencia dudosa y se omiten acciones audaces contra la costumbre y los usos cansinos.

Con una emotiva evocación de un proyecto audaz y rompedor para las postrimerías del franquismo, el arquitecto Carlos Armando Schwartz nos devuelve un notable evento: la Exposición Internacional de Escultura en la Calle, y la Comisión que mantiene intactos su espíritu y propósitos, y una muestra que, en su L Aniversario, enriquecerá el patrimonio artístico de Santa Cruz de Tenerife.

Como bases inspiradoras del proyecto, Schwartz citó un viaje europeo que comentó a dos colegas y la singular Lady Tenerife, de Martín Chirino, “la primera obra abstracta y no conmemorativa incorporada en un espacio público de la ciudad”; se ubicó en la plaza del Colegio Oficial de Arquitectos de Canarias, edificio emblemático en cuyo anteproyecto participaron Rubens Henríquez, Luis Cabrera, Fernando Isidro, Javier Díaz-Llanos y Vicente Saavedra; los dos últimos, finalmente, proyectaron y dirigieron la obra.

Con volúmenes y espacios adecuados a sus diferentes usos, el edificio se convirtió en un referente para la ciudad que contó, desde entonces, con la mejor sala de exposiciones y un moderno y bien equipado salón de actos. La sede colegial se inauguró con una exposición homenaje a José Lluis Sert (1902-1983), fundador del GATEPAC (Grupo de artistas y técnicos para el progreso de la arquitectura contemporánea), pionero del racionalismo y creador imbuido del luminoso ambiente mediterráneo; con Luis Lacasa, coautor, del pabellón español en la Exposición Universal de París (1937); tras la Guerra Civil fue represaliado e inhabilitado y. en el exilio, reconocido universalmente por su actividad docente y profesional en Estados Unidos. Anunciada con un cartel de Joan Miró y con una selección de plásticos de primer nivel nacionales e internacionales, el temprano reconocimiento del personaje (febrero de 1972) y el éxito de la muestra revelaron el compromiso del colectivo profesional con la cultura y la libertad en el trecho final de la dictadura.

Asumida la idea, un grupo entusiasta liderado por Vicente Saavedra Pérez (1937-2021) la desarrolló con eficacia y brillantez; integraron el equipo sus colegas Javier Díaz-Llanos, compañero de estudio, y Carlos Schwartz, además espléndido fotógrafo, José Manuel Hernández, José Antonio Vías, Juan Fernández Villalta y Francisco Artengo, con Hortensia Ramos como secretaria. Un año después, en 1973, se consumó el proyecto de dotar a Santa Cruz de un museo al aire libre.

Desde la hora cero se contó con el aliento y colaboración del crítico inolvidable Eduardo Westerdahl, paladín de las vanguardias plásticas y gestor de la Exposición Surrealista de Tenerife, celebrada en los años treinta; las relaciones del director de la mítica gaceta de Arte y de su esposa Maud facilitaron el concurso de artistas internacionales y los préstamos de museos y coleccionistas. Westerdahl formó parte del Comité de Honor, junto al crítico Roland Penrose, el pintor Joan Miró –que también expuso en la muestra y que dejó la Femme Bouteille en la isla– y el arquitecto Sert.

Más de cuarenta nombres de nombre de primera fila entre los expositores y un saldo de treinta obras para el patrimonio público pueden resumir el resultado de la iniciativa. La lista internacional la encabezaron los británicos Henry Moore – con un préstamo y, desde 1977, con la cesión del Guerrero de Goslar ; Bernard Meadows, Kenneth y Eduardo Paolozzi; el belga Mark Macken; los italianos Marino Marini y Arnaldo Pomodoro; el norteamericano Alexander Calder; el ruso Ossip Zadkine; el francés Claude Visseux y el suizo Gottfried Honegger; las argentinas María Simón y Alicia Penalba; el chileno Federico Assler, el venezolano Jesús Soto y el cubano Agustín Cárdenas, entre otros.

Encantado con la idea, Pablo Serrano amplió sus límites y propuso realizar las esculturas en los lugares de su emplazamiento y en los talleres insulares; alternativa de libre elección por los protagonistas de una ambiciosa muestra de obras de gran formato y potencia que quedarían integradas en el paisaje urbano. En esa disposición hizo su Homenaje a las Islas Canarias en el García Sanabria; y le siguieron Feliciano Hernández, Francisco Sobrino, Gustavo Torner, Eusebio Sempere, Josep María Subiranchs, Ricardo Ugarte, Remigio Mendiburu, Josep Guinovart, Marcel Martí, Andreu Alfaro, Jaume Cubells, Xavier Corberó y los canarios Eduardo Gregorio y José Abad. La nómina de artistas españoles se completó con Amadeo Gabino, Joaquín Rubio Camín, Néstor Basterrechea, Jiménez Casas, y los históricos Julio González (1875-1942), Pablo Gargallo (1881-1934) y Alberto Sánchez (1895-1962), fundador de la Escuela de Vallecas, fallecido en Moscú y nuestro Manuel Millares (1926-1972), fundador de El Paso. También el surrealista Óscar Domínguez estuvo representado con la obra Pirata y la reproducción del arco Monumento al gato, cuyos planos facilitó su amigo y mecenas el vizconde Charles de Noailles.

Con el apoyo del Cabildo Insular, el ayuntamiento de Santa Cruz y colaboraciones de empresas privadas se cubrió con suficiencia y brillantez el ambicioso programa de 1973 que, además de la exposición, contó con numerosas actividades paralelas, desde el I Simposio de Arte en la Calle, a conferencias, mesas redondas, visitas guiadas… La creación de la Comisión de Escultura en la Calle y el remake de 1994 se salvaron por el entusiasmo de Vicente Saavedra, uno de los grandes animadores culturales de Tenerife y de quienes le secundan hoy en el empeño.

Con pleno protagonismo en el proyecto, Carlos Schwartz ha tomado el testigo de Saavedra y junto a Rafael Escobedo dirigen los actos del L Aniversario de un evento inolvidable que tendrá aquí reflejo y balance. Mientras sería deseable que, pot ejemplo, el municipio destinara el gasto previsto para el fallido museo de copias de Rodin a una realidad visible y palpable que tiene crédito, recorrido y voluntad de permanencia y crecimiento.

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