Opinión | Observatorio

Putin recibe a su amigo Xi Jinping

Putin recibe a su amigo Xi Jinping

Putin recibe a su amigo Xi Jinping / Flags of the china and Russia. The concept of international relations between countries. Sanctions against Russia. The state of governments. Friendship of peoples.

Esta semana tiene varios focos de atención, desde las mociones de censura en Francia y en España hasta la enésima advertencia de las Naciones Unidas sobre la aceleración suicida del calentamiento global, mientras la guerra de Ucrania continúa en frentes más o menos estabilizados con muchas víctimas por ambos bandos.

Pero si hay que elegir un acontecimiento me quedo con la visita a Moscú del recién reelegido presidente Xi para entrevistarse con Putin, a su vez recientemente acusado de crímenes de guerra por la CPI. No ha sido una visita de paz sino para reafirmar la «relación estratégica especial» entre China y Rusia, que Graham Allison ya considera «la alianza no declarada más importante del mundo», basada en su oposición al modelo geopolítico de gobernanza que Occidente ha impuesto al mundo desde 1945 y, en particular, desde el fin de la Guerra Fría, tanto en lo que se refiere al reparto de poder como a las normas que rigen su funcionamiento. Ambos países han resaltado su oposición a Estados Unidos, al que consideran en irreversible decadencia, por creer que está empeñado en impedirles ocupar el lugar en el mundo que legítimamente les corresponde por su historia y peso económico y político-militar. Y lo dejan claro en el comunicado final de la visita, que recoge ideas de la Iniciativa de Seguridad Global de Xi y de un reciente artículo de Putin donde afirma que esa cooperación es clave para evitar la ambición occidental de seguir dominando el mundo.

Su relación es excelente. Putin dice que el mundo «envidia» el modelo chino y Xi ha apoyado ya la candidatura de Putin a las presidenciales de 2024. Durante tres días llenos de simbolismo se han firmado múltiples acuerdos que refuerzan esa relación «sin límites» que ambos líderes acordaron en Pekín, pocos días antes de la invasión de Ucrania. Desde entonces sus relaciones en todos los ámbitos se han multiplicado y hoy el yuan es la divisa más negociada en la Bolsa de Moscú. Todo ello con objetivo de insular sus economías frente a las sanciones occidentales, porque si hay algo que Xi no desea es la caída de su amigo Putin y que Rusia se suma en el caos, aunque no llegue –al menos por ahora– a suministrarle armas para no irritar demasiado a Washington y no hacer peligrar su relación con Europa, su primer socio comercial.

Xi ha presentado a Moscú algunas ideas para un final negociado de la guerra en Ucrania, una guerra que Pekín hubiera deseado evitar porque viola principios muy queridos a su diplomacia (respeto de las fronteras, soberanía e integridad territorial, no injerencia en los asuntos internos), y porque ha provocado una ralentización del crecimiento global, una crisis energética o un aumento de la inflación que no convienen a nadie. Además debilita a Rusia, con la que China necesita contar si un día llega la temida confrontación con los Estados Unidos, que muchos consideran inevitable (Blinken la cree posible «antes de 2027»). Al mismo tiempo, es una guerra que mantiene ocupados en Europa a los EEUU y que lleva inexorablemente a Rusia a la órbita de Pekín, si no como vasallo, como ya dicen algunos, al menos como el socio menor de la relación, pues aunque tiene armas nucleares su población y su economía son mucho más pequeñas. Y eso le conviene a Xi.

Por eso China mantiene una posición ambigua sobre la invasión, criticando las sanciones occidentales y a la OTAN y pidiendo un alto el fuego, que en las circunstancias actuales favorecería a Rusia, y respeto para los «intereses legítimos» del Kremlin, mientras habla también de soberanía e integridad territorial. En Occidente estas ideas se han desechado, en mi opinión demasiado deprisa, como sesgadas a favor de Rusia, que las considera «una base para una solución cuando Occidente y Kiev estén preparados», mientras Zelenski se ha mostrado abierto a discutirlas con Xi. En todo caso, son ideas que pueden constituir un fenomenal instrumento de propaganda ante muchos países del Sur Global, incómodos con el conflicto y reacios a tomar partido porque, buenas o malas, son las únicas sobre la mesa y eso aumenta el interés del viaje esta semana a Pekín del presidente Sánchez.

Resta el hecho indiscutible de que Xi es hoy el único líder que puede doblarle el brazo a Putin. Otra cosa es que le interese hacerlo.

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