Opinión | SANGRE DE DRAGO

Historias que acaban bien

Cáritas.

Cáritas. / E. D.

Hace años, cuando alguien me invitaba al cine solía preguntar por el final de la película, si acababa bien o no. Me refería a si íbamos a salir del cine contentos y animados, o cabizbajos y alicaídos. Porque, aunque nos guste el drama, como género cinematográfico, estamos hechos para finales felices. Debe ser que encajamos mejor en espacios de esperanza que en el vómito y la angustia existencial.

La semana pasada, como quien necesita realizar un desahogo inevitable, una compañera de Cáritas diocesana, responsable de la animación de un arciprestazgo en el sur de Tenerife, envió a los compañeros una foto y un comentario. La imagen, debidamente recortada para garantizar el debido respeto a la protección de datos, recogía a una doctora señalando, con orgullo, su nombre en la placa de entrada de la consulta de Medicina de Familia de un Centro de Salud. La foto era, en buen sentido, una manifestación de gratitud hacia la Cáritas Parroquial que, durante tantos años, la estuvo acompañando.

Ser emigrante, mujer, sin papeles, tener que cuidar a su madre enferma y a su hermana menor, convertían su situación personal en el paradigma de las personas descartadas de una sociedad como la nuestra. Años para poder adquirir una tarjeta de residencia y un permiso de trabajo, años limpiando escaleras, cuidando enfermos, esperando los tiempos requeridos de empadronamiento… Trámites de homologación complejos y caros. Y en todo ese camino, la acogida y el acompañamiento del voluntariado de una sencilla Cáritas parroquial.

Historias con final feliz. La vida al final del camino. La esperanza haciendo de las suyas. Y detrás de todo el esfuerzo callado de personas que convierten en amor su compromiso de acción social de base. ¡Que buen desahogo el de la compañera!

Y como este caso, una cadena incontable de experiencias, tan desconocidas como reales, que hacen que siga valiendo la pena dedicar tiempo al bien de las demás personas.

Las historias individuales suman en esa red de relaciones interpersonales que generan la cultura de un momento. Somos la suma de las acciones de cada uno construyendo, de manera conjunta, el bien de todos. Ese dicho tan manido del hoy por mí, mañana por ti, es el eco del estilo de vida de una sociedad en la que el cuidado está integrado en sus actitudes fundamentales. Hoy te cuido yo. Ya veremos mañana si me alcanza o no el bien que hice. Porque la historia, la que se escribe con mayúsculas y marca la dirección de sentido de todo, acabará bien. No es posible que esa sed no tenga agua al final del pozo de los deseos.

Yo no la conozco, nunca había oído hablar del caso. Sin embargo el final de esa historia marca buenas maneras. Alguien que ha probado el sabor de la solidaridad ofrecida no puede permitirse no derramar en su entorno servicio al bien ajeno. Cualquier ayuda, por pequeña que creas que es, si la pones en movimiento, se convierte en una ola multiplicada de ayuda y de cuidado.

¡Qué suerte tienen los miembros del cupo de esta doctora! ¡Qué suerte tendrá ese Centro de Salud!

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