Opinión | Observatorio

En busca de la ambigüedad estratégica

En busca de la ambigüedad estratégica

En busca de la ambigüedad estratégica

Hoy no eres nadie si no organizas una conferencia internacional. El calendario empieza en enero con el Foro Económico de Davos, seguido de la Conferencia de Seguridad de Múnich, en febrero. A principios de marzo, India acaba de celebrar la suya, el Diálogo Raisina, con el que busca su cuota de atención global. En esos días líderes políticos, económicos e intelectuales de todo el mundo debaten sobre los principales desafíos geopolíticos y geoeconómicos. Es una muestra más del deseo del otro gran país asiático de hacer oír su voz en medio de otras potencias emergentes.

Este año, además, ha acogido en paralelo una reunión de ministros de Asuntos Exteriores del G20 –cuya presidencia temporal ostenta India– y una reunión del Quad, que incluye a Japón, EEUU, India y Australia –una respuesta al aumento del poderío militar chino–. Durante unos días, Delhi ha sido la capital diplomática del mundo, como antesala del mayor protagonismo que India quiere cobrar en el tablero global.

Como música de fondo, inevitable, la guerra en Ucrania, incluida la presencia del ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov. En el menú, la necesidad de reformar un multilateralismo ineficaz y el arte indio de mantener la ambigüedad estratégica. Esa que permite no criticar abiertamente a Rusia y sí hacerlo al doble rasero occidental, pero seguir defendiendo el orden internacional basado en reglas. Esa que reclama también que ningún país le diga a otro qué debe hacer, pensar o decidir, cansado de que le recuerden continuamente que se está beneficiando de los mejores precios del petróleo ruso.

En otro continente, otro gigante regional también juega a la ambigüedad estratégica con la guerra en Ucrania: Brasil.

Durante la campaña electoral, el candidato Lula sorprendió al afirmar que la culpa de la guerra en Ucrania la tenían ambos bandos. Luego matizó. Hoy, ya como presidente, su política es la de no intervenir en la guerra, pero sí intentar hacerlo en la búsqueda de la paz. «Decidimos no enviar las municiones porque no queremos que continúe la guerra con Rusia. Es preciso encontrar con urgencia a aquellos que puedan intermediar la paz, una palabra muy poco utilizada en ese conflicto», declaraba recientemente.

Tras los años de aislamiento exterior de la presidencia de Jair Bolsonaro, Lula quiere devolver protagonismo internacional a Brasil. No lo tendrá fácil, con un contexto interior tan complicado, aunque parece empeñado en coordinar una postura latinoamericana que contribuya a acercar la paz. Hace unos días habló con el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, quien espera que Lula le ayude a transmitir mejor su posición en la región. Los países de América Latina han condenado mayoritariamente la invasión rusa en Naciones Unidas, pero consideran por lo general que es un asunto que concierne a Europa.

En su conversación con Zelenski, Lula defendió la integridad territorial de Ucrania, algo que no había hecho explícitamente antes; pero su intención es mantener un equilibrio en su relación con las dos partes en conflicto que pueda ofrecerle un buen punto de partida para impulsar algún tipo de negociaciones de paz. En la memoria está el papel que desempeñó Brasil, junto con Turquía, en el acercamiento entre EEUU e Irán que allanó el camino para la firma del acuerdo nuclear.

Sea como sea, India y Brasil están decididos a ocupar un mayor espacio en el escenario global. Ambos forman parte, junto con China y Rusia, de los BRICS, una organización que reúne a las mayores potencias geográficas y demográficas. Ambos presidirán el G20 –India en 2023 y Brasil el próximo año–, una plataforma para sus ambiciones globales si saben aprovecharla bien. Y ambos, sobre todo, aspiran desde hace años a reformar el Consejo de Seguridad de la ONU para ocupar un asiento que, consideran, les corresponde. Y tienen razón. Un organismo diseñado para mantener los equilibrios de poder tras la Segunda Guerra Mundial no está capacitado para gestionar la complejidad del siglo XXI.

De momento, India y Brasil pretenden mantener el equilibrio entre Rusia y Ucrania; también entre Estados Unidos y China. Sería bueno encontrar nuevas vías para evitar la creciente división del mundo en bloques. Pero en ese camino tendrán que definir qué tipo de visión tienen para ese nuevo orden global y sobre qué normas quieren que se base.

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