Opinión | Gentes y asuntos

Mariupol

Vladímir Putin, en Mariúpol.

Vladímir Putin, en Mariúpol.

Tenemos motivos sobrados y desencanto bastante para dudar de la eficacia real de los organismos internacionales; pero conservamos cierta esperanza en el triunfo de la razón y la justicia frente a los casos flagrantes y los autores de la violación de los derechos, de los abusos de los fuertes frente a los débiles y de la indiferencia de los poderosos en casos donde la aplicación de la justicia les resulte molesta o inoportuna.

Con eso y con todo, la primavera trajo una valiente decisión de la Corte Penal Internacional que emitió una orden de arresto contra el presidente de Rusia Vladimir Putin, acusado de crímenes de guerra. Fue un rayo de luz, con apenas consecuencias, en una primavera sombría por dondequiera se la mire que quedará grabado en nuestra memoria y marcará un antes y un después. Y luce catorce años después de la anexión de la península de Crimea por la Federación Rusa, atropello ante el que todos los que podían oponerse se pusieron de perfil y apenas si emitieron leves protestas. Las grandes potencias y las naciones medianas, los organismos supranacionales y la propia Unión Europea, ésta con miopía geográfica y económica, no advirtieron, o despreciaron directamente, el riesgo del expansionismo grosero del gigante del este.

La Corte Penal se fundó por iniciativa de las Naciones Unidas el 17 de julio de 1998, mediante el Tratado de Roma, firmado por un largo centenar de países y radicado en La Haya, Países Bajos. Ratificado por 124 delegados nacionales desde julio de 2002, con distintas excusas una cincuentena de naciones se mantuvieron fuera de su ámbito; las más significadas fueron, y son, Estados Unidos, Rusia, China, India e Israel.

Ante la indiferencia por la invasión y la anexión de la península de Crimea, la CPI inició sus investigaciones hace ocho años y los intensificó con la agresión total apoyada por el ultranacionalismo ruso y perpetrada por fuerzas regulares, efectivos movilizados a la fuerza y una vanguardia de mercenarios sádicos, «el ejército Wagner», reclutado en las prisiones y usado como verdugos y, a la vez, carne de cañón en los enfrentamientos contra los ucranianos.

El genocidio comprende acciones cometidas con la clara intención de destruir total o parcialmente un grupo nacional, étnico, racial o religioso; y los llamados crímenes de lesa humanidad entran en los ataques generalizados o sistemáticos contra la población civil, incluidos homicidios, desapariciones forzadas, esclavitud, privación de libertad, apartheid, deportación o traslado forzoso de población, violación masiva y sistemática, prostitución forzada y otros actos inhumanos similares.

Durante ocho años, desde la anexión forzada de Crimea hasta hoy, el tenebroso Putin ha cometido los delitos denunciados; pero no dejó de ser una sorpresa la decisión de la CPI que el viernes, 17 de marzo, emitió sendas órdenes de búsqueda y arresto contra el presidente de Rusia, por un perverso y ejecutado plan que deportó por la fuerza a miles de niños ucranianos, envolver el secuestro en supuestas adopciones y celebrarlo con homenajes a los pequeños arrebatados a sus familias. Las denuncias y, por tanto, la orden inmediata de detención, implicaron a una funcionaria de confianza del mandatario, María Alekseyevna Lvova-Belova, autora de la perversa maniobra y la falsa propaganda con la que se pretendió encubrir el delito.

El fiscal jefe de la Corte Penal Internacional, el británico Karin Khan destacó los esfuerzos ímprobos en la investigación e instrucción de las dos causas y, aunque reconoció las dificultades para sentar a Vladimir Putin en un banquillo, justificó las actuaciones judiciales y el incuestionable deber ético de perseguir crímenes reconocidos por la inmensa mayoría de la comunidad internacional y llegar a un juicio y un veredicto ejemplarizantes que sirvan al fortalecimiento de la justicia universal

Mientras, en un alarde de cinismo y poder, Putin paseó por el único barrio a enseñar en el Donbás –el distrito de Nevsky, con pisos recién estrenados– dentro de una ciudad, Mariupol, destruida en un noventa por ciento por tres meses de continuos bombardeos y vaciada en mayo de 2022. Desde el Kremlin se despreció la acción judicial e, incluso, se amenazó con destruir la sede de la Corte Penal con un misil. Son las únicas respuestas de las gentes de guerra a un brindis al sol, hemos de reconocerlo, que carga valor y esperanza.

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