Opinión | El recorte

Pedro y los lobos

Irene Montero, Ione Belarra y Pedro Sánchez.

Irene Montero, Ione Belarra y Pedro Sánchez. / EP

Si te ataca una manada de lobos hambrientos lo mejor es tirarles a un compañero de viaje. En lo que se entretienen comiéndoselo aprovechas para darte el piro. A Pedro Sánchez los tiempos le están mordiendo los tobillos con afilados colmillos, a pesar de que se ha desecho de varios ministros y diputados devorados rápidamente por el olvido.

El problema de Sánchez no es su enfrentamiento con Irene Montero e Ione Belarra a cuenta de la Ley del solo sí es si. Ni que le hayan llamado machista o machirulo. Eso al presidente le resbala. Su verdadero temor es que a la izquierda del PSOE solo existe la devastación, el enfrentamiento y el odio visceral de unos líderes contra otros. El espacio que hace años rellenaba Izquierda Unida del que después se apropió Unidas Podemos se ha convertido en un barrizal de egos con el que ya no se puede contar para alcanzar una mayoría de gobierno.

Sánchez lo ha hecho casi todo para sobrevivir. Para contentar a sus socios reformó el Código Penal a la medida de los independentistas catalanes. Echó de malas maneras a Carmen Calvo por sus graves desavenencias con el feminismo podemita. Y ordenó a todo el mundo obediencia en el apoyo a la Ley Trans que despierta el rechazo de muchísimas mujeres socialistas. Ha hecho y deshecho para seguir conservando los apoyos de quienes le ayudaron a llegar a Moncloa. Pero no le valdrá de nada si se hunden electoralmente.

Las últimas broncas políticas han reforzado el protagonismo de Irene Montero, que está crecida. Y todo hace pensar que Sumar va a empezar restando. Los esfuerzos de Yolanda Díaz por impostar una prudente moderación y situarse entre el PSOE y Podemos la están dejando en tierra de nadie. O sea, en tierra de nada. Podemos necesita no perder a su electorado. Por eso ha vuelto a su originario discurso radical contra los empresarios, contra los ricos y contra el sistema. La incomodidad de muchos socialistas con ese extremismo que les desborda ha abandonado la intimidad. «Estamos cansadas de sus peroratas», le dijo a Montero la portavoz socialista Andrea Fernández en plena tribuna del Congreso. Ya no son comentarios de pasillos. Hay mal rollo.

La moción de censura de Vox, con un candidato imposible como Tamames, es un balón de oxígeno para Sánchez. Pero los lobos siguen ahí fuera. Buscando el rastro de muy importantes diputados que participaron en fiestas privadas. Con funcionarios de Bruselas escarbando en el uso de los fondos de ayudas europeas. Con una jueza tirando de los hilos de una bomba cuyo potencial se desconoce. Con sus socios comunistas enfrentados a muerte entre sí. Y a Sánchez ya no le queda nada para arrojarle a las fieras. El siguiente será él mismo.

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