Opinión

‘La canción de Marinella’

Una imagen de la tragedia en Calabria.

Una imagen de la tragedia en Calabria.

Con los cuerpos aún calientes de los 75 inmigrantes ahogados frente a Calabria, en cuyas costas naufragó el barco que los traía, la presidenta italiana, Giorgia Meloni, y su vicepresidente y ministro de Transportes, el ultraderechista Matteo Salvini, no tuvieron mejor ocurrencia que irse a celebrar a un karaoke el 50 cumpleaños de este y cantar, entre otras, la famosa Canción de Marinella, aquella que compuso Fabrizio de André en los años sesenta y popularizó la mítica Mina y que cuenta la historia de una emigrante calabresa que murió ahogada en un río de Milán en circunstancias más que sórdidas. Según parece, María Boccuzzi, que había emigrado a Milán desde un pequeño pueblo calabrés para buscar una vida mejor como tantos italianos del sur, acabó prostituyéndose tras fracasar en su intento de trabajar en el mundo del espectáculo después de haberlo hecho en una fábrica algún tiempo hasta que, con 33 años, su cuerpo apareció en el río Olona, al que cayó o fue empujada por alguien, nunca se llegó a saber.

Fabrizio de André en su canción suaviza la historia y habla de que resbaló y que «el viento, que la vio tan bella, / del río la llevó hasta una estrella», pero, en todo caso, no parece que la de Marinella fuera la canción más adecuada para cantar por la primera ministra Meloni y su vicepresidente Salvini al día siguiente del funeral por los inmigrantes ahogados frente a Calabria, al que, por cierto, ninguno de los dos asistió.

Parece que en Italia, país en el que la ultraderecha llegó al poder hace poco olvidando su pasado reciente, no todos están dormidos y el karaoke de la primera ministra y su ministro Salvini ha provocado una gran indignación incluso entre muchos de sus votantes, que no comprenden tanta inoportunidad. Porque una cosa es la insensibilidad, incluso el odio al inmigrante que propagan personas como Salvini (quien en su anterior paso por el Gobierno italiano lo demostró negándose como ministro del Interior a dejar atracar en los puertos del país a los barcos con inmigrantes a bordo, incluidos los recogidos del mar), y otra diferente reírse de la tragedia que conmovió la pasada semana a Europa. 75 inmigrantes muertos en un naufragio no es una cifra como para no conmoverse.

En un momento en el que Europa se debate en la contradicción de tener que abrir o cerrar sus puertas a la inmigración que llega huyendo de guerras y de dictaduras, de la miseria y del hambre, que países como Italia, que no hace tanto que sufrió esa contradicción en sus carnes (¡cuántos de sus ciudadanos no naufragaron cruzando el mar en dirección a América o buscaron salir de la pobreza en Suiza o en Alemania, como los españoles o los portugueses!), se muestren insensibles al problema y elijan a gobernantes insolidarios y antieuropeos no viene a demostrar más que es verdad lo que decía mi madre: no pidas a quien pidió ni sirvas a quien sirvió, pero que esos políticos insolidarios y sin corazón se mofen de los emigrantes muertos cantando en un karaoke al día siguiente de su funeral la tristísima Canción de Marinella atenta directamente a la dignidad del país al que representan y a la de la humanidad en su conjunto.

¿Qué diría Fabrizio de André si les escuchara cantar con sus voces roncas de karaoke lo que con tanto dolor escribió en honor de la pobre emigrante calabresa: «Esta es tu canción, Marinella, / la que volaste al cielo hasta una estrella/ y como las cosas más hermosas / viviste solo un día como las rosas, / y como todas las más bellas cosas / viviste solo un día como las rosas…»?

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