Opinión | En en camino de la Historia

Disociación emocional

La disociación emocional

La disociación emocional

Esta disfunción psicógena que se traslada al plano de las múltiples facetas y proyecciones del humano concluye en el ámbito de la disociación emocional, entendiendo esta como una constante no muy adecuada de cuestiones de potente importancia que se diluye, no el ímpetu desarrollado como conclusión de la misma sino que termina siendo un dios menor de apenas repercusión en la positividad de una decisión, de una negociación o de una imposición imprevista.

Quizás donde más se aprecie la disociación emocional sea en el campo de la política, donde actúan diversos protagonistas, no solo aquellos que detentan el poder y están en la cúspide de la toma de decisiones sino que llega a la base donde circulan los maniobreros, los especuladores y también los que provocan alta traición que dislocan y artificializan la naturalidad de la acción.

Puede suceder, y de hecho sucede, que en esta disociación emocional intervenga más que otra cuestión, la obtención o conservación del poder, sobre todo, cuando este se comparte y se vive en una pura simbiosis, tanto unos como los otros, los que dan la cara como los que permanecen ocultos. No pueden separarse, ni siquiera lo intentan, aun conociendo sus debilidades porque si fuera así el desbarajuste sería más contundente y desolador.

De ahí que se acepte el desbarajuste, se acepte la disociación emocional que aparentemente no solo compromete a los que ufanos se aferran al poder sino llega a los que, expectantes, siguen trayectorias y comparten pontificados ideológicos que sufren sus consecuencias, que en realidad son mayoría.

Puede suceder que se esté elaborando de forma tácita pero decididamente fabricada el fin de una época, de una manera de gobernar, de una manera de entenderse los humanos marcados por la diferencia que se pretende unificar pero que las supremacías genéricas escondidas asoman cuál es su meta y ahí la nueva cultura decididamente plagada de intervencionismo y de acción fallida, no desde una posición reflexiva y universal sino motivada por la incomodidad, por la ausencia de las metas que se alejan y que se habían propuesto como cercanas.

Aunque históricamente la cultura y, además, si se comparte fue la que movió las voluntades humanas hasta para la construcción de las naciones, ahora aparece la política, el dinero, la religión, el patreoterimo, las creencias y las costumbres de cada cual que se van asentando y tomándose como normales dejando que los acontecimientos circulen sin poner las barreras necesarias para que las metas se acerquen y los acuerdos se cumplan.

La disociación emocional que avanza tiene su poder en lo desconocido, en la decisión de ayer, distinta a la de hoy, donde la tomada hace días no tiene que ver con la desarrollada actualmente, Y no es que vivamos en la «sociedad líquida» de Baumann, en la que la incertidumbre por la vertiginosa rapidez de los cambios ha debilitado los vínculos humanos donde lo que importa es sobrevivir a cualquier precio; lo cual no deja de ser una derrota del humano ante barreras que él mismo se ha puesto por falta de elaborar un pensamiento consecuente sino que nos hemos encogido en el reducto de lo irreal, bajo la influencia de la disociación emocional, quedándonos en blanco como si nuestro futuro fuera la nada.

Las culturas desde la sumeria, considerada como la primera civilización del mundo pasando por la grecorromana hasta la occidental, heredera de todas ellas se encuentra por mor de los grandes poderes que han movido el mundo en una situación que no es muy favorable, ni en la política ni en aquellas conductas que se sienten capaces de conducir al humano.

Se podrá pensar que no estamos ante un cataclismo mundial, como algunos malos agoreros predicen pero sí ante un esperpento que produce cierta inquietud social, de dimensiones imprevisibles. Eso sí.

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