Opinión | El recorte

Pleno para nada

El presidente del Gobierno de Canarias, Ángel Víctor Torres, durante el pleno en el Parlamento de Canarias.

El presidente del Gobierno de Canarias, Ángel Víctor Torres, durante el pleno en el Parlamento de Canarias. / MARIA PISACA

Sostiene Pereira, o sea, Torres, que no se le puede dar pábulo a lo que está diciendo Marco Antonio Navarro, “el mediador”, porque eso es ni más ni menos que participar y colaborar con las calumnias que ese señor está levantando sobre muchas personas influyentes, digo, inocentes.

La sesión extraordinaria del Parlamento de Canarias dedicada al escabroso asunto de la trama organizada en torno a un director general de Ganadería del Gobierno y un diputado nacional del PSOE —con algunos artistas invitados más que están por llegar— acabó como termina todo en la cámara legislativa regional. En ruido. O sea, en nada. Ya lo dijo Mulder una vez que le llevaron de visita por el salón de sesiones, cuando se paró en medio de la cosa, miró los escaños y soltó su imperecedera frase: “la verdad está ahí fuera”.

Cuando se abrieron los toriles de la oposición todo fueron cuernos. Hasta los mansos derrotaron peligrosamente con el pitón que apuntaba a la taleguilla presidencial. Angel Víctor Torres subió a la tribuna como el que asciende al Gólgota, con cara doliente. ¿Cómo me pueden ustedes hacer esto a mí, con lo buena gente que soy?, decía sin decir. Y todo, dijo diciendo, por un tipo que se está paseando “por los medios de comunicación afirmando cosas falsas, incluso, mintiendo en sede judicial».

Claro que antes de pasearse por los medios “ese tipo” estuvo sentado a sus anchas en un despacho de una dependencia oficial del Gobierno canario. Hizo, desde allí, videoconferencias. Se sacó cientos de fotos con todos los notables que pudo. Fue presentado por unas autoridades a otras autoridades. Y, en fin, a los palacios subió y a las cabañas bajó y no quedó alcalde, director general o placa solar que no se cruzara en su camino.

El Gobierno asegura y es cierto —por ahora— que no se ha descubierto ninguna “afección” al dinero público. Es una manera elegante de referirse a la mamandurria. Pero habrá que esperar a que acabe la revisión de los expedientes de sanciones, subvenciones y otros asuntillos, antes de tirar las campanas al vuelo.

Pero si hubiera quebranto de las arcas públicas, que Alá no lo quiera, ni Mahoma su profeta tampoco, no cambiaría nada. No es por jeringar a nadie pero hace nada volaron cuatro millones de euros de la Hacienda canaria delante de las narices de todo el mundo (en la trama “Mediador” las narices juegan un papel relevante). Cuatro millones pagados a tocateja por unas mascarillas fantasmas, más falsas que una promesa electoral. Quebrantadas y bien quebrantadas se quedaron las arcas públicas, pero a nadie se le movió el flequillo. Hasta lo habíamos olvidado, hasta que las cabras de Fuerteventura asomaron los cuernos.

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