Opinión | SANGRE DE DRAGO

Adicciones, actos y actitudes

Cada día son más los especialistas en psicología o psiquiatría que incorporan a su oferta de especialidad las adicciones digitales

Mobile World Congress.

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Cada día se escucha más la progresión con la que las nuevas generaciones se incorporan al mundo de las adicciones a través de la puerta de la tecnología y las redes sociales. Y ya no hay pudor ni miedo en llamar a este tipo de vínculo obsesivo que se trata de una verdadera adicción. Y se denomina así porque genera una dificultad incapacitante para la vida personal y social. Cada día son más los especialistas en psicología o psiquiatría que incorporan a su oferta de especialidad las adicciones digitales. Se trata de una actitud enfermiza que impide salir del circuito de las pantallas y descubrir que existe vida más allá de ellas. Y esto nos puede afectar a todos, independientemente de la edad que tengamos.

En la década de los años setenta y ochenta se discutía, en la investigación ética tanto sobre la fundamentación como sobre la dirección del juicio reflexivo. Había dos grandes tendencias. Una centraba su juicio en la el valor del acto concreto; otra reconocía el valor de la actitud. Se distinguía entre moral de actos y moral de actitudes. Y el juicio de un acto estaba relacionado con la actitud vital de la persona que lo realizaba.

Los actos y la actitud. No son lo mismo. Cuando la trabajadora social llevaba 30 minutos en la clase, ningún alumno podía ser acusado de realizar una acción que se interpretase como una fata de respeto. Ninguno pronunció un insulto. Sin embargo, la actitud dejó, a mi juicio, mucho que desear. Me dio pena haberla invitado y que, la actitud del alumnado no fuera tan participativa como yo imaginé al organizar dicho encuentro. Podemos no hacer algo malo, no cometer un acto negativo; y sin embargo, la actitud puede no ser buena. Y puede que la actitud califique el acto de tal manera que lo convierta en inadecuado. Costó adentrarse en la dinámica que se proponía al alumnado, pero al final su paciencia y perseverancia venció la resistencia inconsciente y cambió la actitud. Todo acabó perfectamente.

Debemos cuidar nuestras acciones procurando que edifiquen nuestra vida y la de los demás; debemos procurar que sean acciones buenas. Pero debemos estar atentos, también, a nuestras actitudes. Nuestras disposiciones permanentes, nuestros criterios de estilo, nuestras formas ordinarias de comportamiento, son importantes y decisivas. Es como ese lenguaje no verbal que acompaña nuestras palabras. No porque introduzcamos una papeleta en una urna en una convocatoria electoral –una acción, un acto– podemos decir que nuestro nivel de participación en la vida social es adecuado –la actitud–. Y a veces nos contentamos con una acción aparentemente buena creyendo que nos hace bondadosos. Y es la actitud la que hace bueno un acto, incluso cuando no fuese objetivamente bueno en todas las circunstancias.

El diablo te puede hacer un favor, y no por eso es bueno. Tal vez la Providencia no te impida algún sufrimiento puntual. Pero su bondad es incuestionable. Dale tiempo al juicio y verás lo importante que es la actitud con la que afrontamos la vida.

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