Opinión | Crónicas de la Revo-ilusión

Un domingo cualquiera

Andaba liado a puñetazos con el tipo del espejo y de súbito reparé en que ya era domingo. Dejé la pelea para más tarde y me entregué al desasosiego de saber que la tregua era solo momentánea. Me esforcé en pasar el trance dominical del mejor modo posible, así que decidí subir a La Laguna con unos amigos, habíamos quedado en ir al Teatro Leal para ver un concierto del Leonard Cohen argentino-americano, que, por si no lo conocen, se llama Kevin Johansen. Lejos de defraudar, el gran KJ llenó el escenario con su personalidad y la compañía de dos músicos, argumentos más que suficientes en el caso de este compositor y cantante de voz profunda y guitarra cumbiera. Un tahúr ingenioso que destiló versiones de temas conocidos pertenecientes a su último álbum de colaboraciones y algunas canciones del repertorio habitual, entre guiños humorísticos que encontraron la complicidad de un público entregado. La naturalidad de KJ y ese estado de ánimo embriagante que transmite, le ganaron la partida al vértigo de una sociedad dominada por el espejo de sus propios dramas. KJ desplegó su magia y ese efecto catártico generó un crescendo que acabó con una fiesta sobre el escenario, bailes como exhibiciones de espontaneidad con el artista testigo y protagonista de la energía que desprende un trovador latino de alma rockera que le canta a la vida, al hilo que hilvana historias circulares de amor y desamor, con finos toques de ironía y una especial sutileza rítmica. Salí renovado y pensé que no tenía que preocuparme demasiado por el tipo del espejo. Gracias a KJ y a Fernando Jiménez, responsable del organismo autónomo de cultura del ayuntamiento lagunero, por conseguir que este ciudadano del mundo nacido en Alaska actuase aquí, y por hacer que la cultura con mayúsculas nos salve de un domingo cualquiera.

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