Opinión | La Laguna, encrucijada
Contraluz de Manolo Sánchez
El suyo fue un constante contemplar la naturaleza y transformar en líneas, manchas u oquedades la magia de la luz cambiante

El reconocido artista tinerfeño Manolo Sánchez, que falleció el pasado 14 de febrero a los 92 años. / E. D.
Lo sabía bien Manolo Sánchez: la mirada hace el paisaje, lo construye. El suyo fue un mirar sin pausa, un constante contemplar la naturaleza y transformar en líneas, manchas u oquedades la magia de la luz cambiante, el perfil de las sombras, el aleteo de un pájaro o el temblor de una rama. Así, sin sosiego aunque sosegadamente. Hasta que se truncó su existencia.
Experimentador empecinado, no rehuyó técnicas, estilos, materiales. Cuanto hería su sensibilidad, por leve que fuese, lo registraba sin demora; un porfiar con el tiempo. En su obra abundan el apunte rápido, la anotación presurosa, el trazo estremecido. Como señaló Martínez Cerezo, el modo común de hacer pintura de Manolo era sinuoso, muy suelto y ágil, igual la línea maestra en que asentaba su manera de interpretar el paisaje que las grandes manchas difusas flotando en sus cartones. Paisaje lírico, encendido, poblado de claridades. Paisaje humano, de denuncia de la masificación y el gregarismo, la manada, a la manera de un Genovés o un Ortiz. Paisaje agreste, árido, escarpado o perdiéndose en horizontes lejanísimos. Paisaje medularmente isleño.
Son incontables los dibujos, aguadas y acrílicos de Manolo Sánchez, trabajador afanoso donde los hubiera, que, acaso por ese tesón suyo, poseen un inestimable valor añadido: el de testimonios, con frecuencia acusadores. De cuántas humildes casuchas muy de esta tierra o de cuántas viejas casonas alzadas como hitos en la soledad o el tráfago de la geografía insular sólo queda ya como único vestigio la estampa que fijó en el papel Manolo Sánchez antes de que fueran abatidas. Igual con frondas, caminos o bancales que ya desaparecieron, portadas por las que no volverán a pasar la luz de los amaneceres ni el silencio de cada atardecer, el perfil de una naturaleza que se mantenía intacta, las lavas encrespadas, los basaltos y fonolitas, los grandes muñones requemados que daban fe de la naturaleza volcánica de las islas y se llevó por delante la voracidad urbanizadora y especuladora.

El reconocido artista tinerfeño Manolo Sánchez, que falleció el pasado 14 de febrero a los 92 años. / Eliseo Izquierdo
Fue autodidacta puro. No tuvo más alternativas. Viendo pintar sobre todo a dos acuarelistas insulares de técnica y paleta bien alejadas y discordantes, Bonnín Guerín y González Suárez, aprendió lo que aprendió. Esa fue su escuela y ellos, sin saberlo, sus primeros maestros. Eran tiempos en que cualquier artista, más aún con el prestigio que tenían ambos, plantaba tranquilamente su caballete –los dos lo hacían con frecuencia– allí donde le convenía, ya fuera una calle, un camino o un descampado y, a despecho de viandantes, curiosos y mirones, se entregaba a su quehacer. Estaba todavía en flor en las islas el plenairismo.
Pero más allá de aquel temprano aprendizaje a hurtadillas –a Bonnín, cascarrabias a ratos, se lo llevaban los demonios cuando muchachos como Manolo, Raúl Tabares, Agustín Santana, Juanito Toral y tantos más, se arracimaban a su alrededor, y los espantaba, para que no lo copiaran (creía) o le robaran sus secretos; González Suárez, por el contrario, sí se sentía cómodo con la gente joven y le agradaba conversar con ella y aconsejarla–; más allá, repito, de ese conocimiento o descubrimiento inicial, Manolo Sánchez se hizo en soledad, contemplando la naturaleza, interpretándola a su manera y con su sensibilidad, transformándola en paisaje inequívocamente suyo. Su relación con la naturaleza era su ser y su estar.
No rehuyó técnicas, estilos, materiales. Cuanto hería su sensibilidad lo registraba sin demora
Para entender y apreciar en su justa medida la obra y la personalidad de Manolo Sánchez no se le puede desmarcar de la conflictiva época en que le tocó vivir, y de sus condicionantes. Manolo pertenecía a la generación de los niños de la guerra, los que, como he recordado cuantas veces ha sido menester, no provocamos la sangrienta zarabanda ni participamos en ella pero sufrimos en carne viva sus perversos efectos mientras crecíamos. Lo tuvo todo en contra suya, menos un entusiasmo infatigable y una sensibilidad artística y una capacidad que, en otras circunstancias, quién sabe hasta dónde hubiera llegado. Pero, como dijo de sí mismo en versos estremecidos Alonso Quesada, hubo de dedicarse desde que era adolescente a ganarse el pan de una infeliz manera. Tuvo que currar desde muy temprano en menesteres alejados de su auténtica vocación.
Vecinos los dos de la lagunera villa de arriba y con pareja edad (Manolo me llevaba seis meses), congeniamos pronto y compartimos entusiasmos juveniles, iniciativas, encuentros y desencuentros, aficiones y aspiraciones, más de una frustrada. En el tiempo lejano en que no se conjugaba aún en el arte el verbo comisariar y el vocablo comisario sólo se aplicaba a los mandamases de los grises y de los guindillas, colaboré con él en la organización de más de una muestra de su arte. Recuerdo de manera muy especial la del Ateneo de 1966, que tituló Acuarela experimental. Aquello tuvo mucho de osadía, de valentía, de ruptura; como dijo Felo Monzón, de destrucción y de aniquilación de fórmulas que periclitaban. Un atrevimiento en soledad para seguir abriéndose caminos y abriéndolos. Así era Manolo Sánchez.
Suscríbete para seguir leyendo
- La Guardia Civil investiga a dos personas que fueron pilladas 'in fraganti' realizando pesca furtiva en La Palma
- Dos afortunados de Lotería Nacional en Tenerife
- Dos menores, de 3 y 6 años, heridos tras una colisión en Tenerife
- Manteros huyen de la policía en Tenerife y esta es la reacción de los que graban
- «Mucho aparcamiento libre» en Almáciga y «bastante» en Taganana
- Cola de más de tres kilómetros para salir en coche de Anaga por Las Mercedes
- Los vecinos de Anaga, entre la incredulidad y la indignación por el estudio sobre el aparcamiento
- Herido tras la colisión de tres coches en Tenerife