Opinión | A BABOR

Se fastidió el empeño

Ángel Víctor Torres.

Ángel Víctor Torres. / Carsten W. Lauritsen

El caso Mediador no será al final probablemente ni la cuarta parte de lo que nos promete ese suicida desparpajado que es Navarro Tacoronte, propietario de un inagotable pozo del que manan todas las basuras que pueden (o no) imaginarse. Navarro Tacoronte colecciona y reparte a voluntad las piezas del mayor catálogo de miserias humanas que nadie había logrado coleccionar hasta ahora en la historia de esta región. Pero aunque al final solo una décima parte de lo que ha aireado hasta ahora el mediador llegue a probarse en los tribunales, aunque solo acaben realmente implicados la décima parte de todos los presuntos que Navarro Tacoronte señala con irresponsable alegría, el caso Mediador es ya la principal quiebra del relato de Ángel Víctor Torres, ese que nos presenta una legislatura feliz y ejemplar, en la que un gobierno superheroico ha logrado sobreponerse a todas las desgracias y además batir récords históricos en la creación de empleo, gasto público, reparto munificente de paguitas y sonrisas presidenciales.

En fin, que hoy comienza el último debate de la nacionalidad, quizá él acontecimiento parlamentario de mayor empaque de esta legislatura, y Torres no puede ya seguir presentándonos sin sonrojo su visión de una Canarías mejor de la que recibió, a pesar de las adversidades naturales, los problemas económicos, las miles de muertes injustas de la pandemia, o la pésima gestión en Derechos Sociales, o la absoluta inanidad propagandística de Valbuena o la desmesura –soberbia y petarda, a partes iguales– de su vicesegundo, ese ignorante en finanzas que ha estado gestionando miles de millones de euros públicos, absolutamente convencido de merecer el Nobel de economía…

En realidad, el caso Mediador no es el primer trampantojo dibujado por la corrupción sobre la piel de un Gobierno que ha mantenido en su seno a un viceconsejero procesado, pasándose por el arco de triunfo las recomendaciones del código ético que antes defendía su propio partido. Alguien ha dicho estos días que cuando empiezan a aparecer políticos en calzoncillos esnifando cocaína, es que se acerca el momento de la derrota. Supongo que hay una voluntad de vincular el espectáculo del caso de corrupción más cutre e infame de la democracia española –el caso Roldán– a esta trama de ahora. Pero yo no estoy muy seguro de la validez de esa relación entre causa y efecto, no creo que esta sociedad nuestra responda con un ataque de responsabilidad justiciera al asco de estos días, unánimemente esgrimido como exculpación y voluntad de distancia por los antiguos colegas de Tito Berni y Taishet. Incluso por el mentor del segundo, Blas Acosta, el hombre que le propuso como senador por Fuerteventura, lo tuvo como asesor en el Cabildo, aplaudió su nombramiento hereditario como director general, y tras ser defenestrado lo colócalo en posición de ser candidato a la alcaldía de Antigua. El mismo Blas Acosta que ahora se siente tan sorprendido de haber sorprendido en paños menores y con la nariz blanca a su pupilo.

Hay algo hipócrita y rancio en todas estas alharacas del sindicato antivicio de la izquierda, pero no les queda otra, son la única respuesta posible. Y mientras los socialistas se rasgan las vestiduras, los socios de Torres en el Gobierno optan por coserse la boca: uno se pregunta qué habrían hecho de ser Tito Berni diputado del PP (o del PSOE con ellos fuera del Gobierno).

Y ahora, la contraparte: el PP ha decidido calentar el debate con el anuncio de que se persona como acusación popular en el juicio. Y todo el mundo espera que Manuel Domínguez desempolve el hacha de guerra y el resto de herramientas de matar. El PP va a la trifulca con todo lo que tiene, pero Coalición, sin embargo, anuncia contención y pide que se deje a la juez hacer su trabajo, que pueda desbrozar entre tanto matorral regado con tinta de calamar, qué es qué y quién es quién en esta historia de golfos y golfos delatores.

Es difícil saber si lo hacen por sentido de responsabilidad o es una cuestión de cálculo postelectoral, no vaya a ser que después de mayo haya que formar Gobierno con gente a la que antes has puesto a caer de un burro.

Pero pase lo que pase, este debate que empieza hoy marca el final de una época, su liturgia y su relato. Si alguna vez Torres creyó que su mandato pasaría a la historia como un remedo colorado de la edad de la decencia, el mediador y su tropa en paños menores le han fastidiado el empeño.

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