Opinión | El recorte

El arrepentido

Foto de archivo del exdirector general de Ganadería del Gobierno canario, Taishet Fuentes, detenido en el "caso Mediado".

Foto de archivo del exdirector general de Ganadería del Gobierno canario, Taishet Fuentes, detenido en el "caso Mediado". / EFE/CARLOS DE SAÁ

No existe relato más atractivo que el del arrepentimiento sobrevenido. Hemos escuchado las sorprendentes declaraciones de la persona que detonó el llamado caso mediador. Alguien tan sumamente previsor que tenía documentado en su teléfono, en vídeos, fotografías y mensajes, la revista gráfica de dos años de escándalo. Para la policía, como coger peces en un barril.

Navarro Tacoronte, el llamado mediador, ha aterrizado en sus quince minutos de gloria. Su descripción de penes de diputados mordidos por prostitutas, cenas de mil quinientos pavos, pastillas de colores y un surtido de drogas al por mayor, es un retrato a los santos óleos de un socialismo de nuevos ricos, con el diputado canario Fuentes Curbelo ubicado en el centro de una red de chorizos de cantimpalo. Inquietantemente, hay cosas de las que ahora Navarro no puede hablar, uy, uy, uy, que afectarán a más gente importante.

El caso mediador se ha convertido en una explosión mediática no por su entidad económica, sino porque posee los componentes morbosos de las teleseries que tanto gustan a las audiencias: poder, políticos, empresarios, cocaína, chicas de alterne, orgías y pasta gansa. Por eso todos los medios le dedican una atención extraordinaria. Y las nuevas revelaciones seguirán alimentando esa enorme hoguera donde arden, brutalmente confundidas, las vidas públicas y las intimidades violadas por la acción penal.

Los intentos de los voceros del actual pacto de gobierno para sofocar el incendio parecen condenados al fracaso. Defenderse diciendo que otros rivales electorales también tienen causas judiciales abiertas –el «y tú más»– es confundir el culo con las témporas. El enemigo no es el adversario que se aprovecha de tus males; es la opinión publicada. Es el escabroso relato documentado de un arrepentido, caído del caballo tras ser falsamente denunciado, por trincarle dos mil euros, por un colega socialista del Cabildo tinerfeño; un verdadero genio. Pero más que nada, el enemigo será el vía crucis de nombres y escándalos que sigan saliendo cuando la jueza instructora tire de los nuevos hilos. Y va a tirar.

Cuando las nacientes causas judiciales jeringaron a otros, la ejemplar izquierda siempre exigió «responsabilidades políticas» que iban, decían, más allá de expulsar a las ovejas descarriadas. ¿Cuáles eran? Ahora el bumerán de la demagogia vuelve del pasado y amenaza con partirles los dientes.

Los políticos deberían ser prudentes con su oficio. Nunca ha sido así. Quien a hierro mata a hierro muere. Y a la postre todos matan y todos mueren. Ahora el Gobierno canario está sufriendo en carne propia, con impotencia, las dentelladas mediáticas de un escándalo descomunal. La peor noticia es que aún puede empeorar.

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