Opinión | El recorte

El entierro del pejeverde

El entierro del pejeverde

El entierro del pejeverde

La próxima semana, en el debate sobre el estado de esta nacionalidad macarronésica, la oposición le va a dedicar al presidente Ángel Víctor Torres una edición especial del entierro de la sardina, versión pejeverde, con el tito Berni como protagonista. O sea, un mal trago.

La reacción de los socialistas canarios ha sido de manual: hablar lo justo, lamentarlo mucho y destacar que el diputado majorero y su sobrino han causado baja del partido. Con el carnaval de por medio se confiaba en que el estropicio mediático del caso mediador fuera apagándose. Pero nada de eso. El incendio se extiende. Y el demoledor auto de la jueza Lorenzo-Cáceres explicando que dejaba en libertad a Fuentes Curbelo «por imperativo legal» (léase porque el fiscal no pidió prisión preventiva) no hace sino arrojar más escándalo sobre una investigación polémica.

La trama, publicada con todo lujo de escabrosos detalles, promete nuevos acontecimientos. Se habla de un importante político que intercambió mensajes con el diputado socialista hoy investigado. Le deben estar temblando las canillas pensando en lo mal que queda uno cuando se revela con mala leche una parte o una frase, descontextualizada, de una conversación privada.

Lo más curioso del caso, hasta ahora, es el espeso manto de silencio que guardan los socios del pacto de las flores. Partidos políticos justicieros que en otro tiempos estarían encendiendo piras con sus antorchas andan callados como tusos por la sencilla razón de que también tienen el culo puesto en el gobierno damnificado. Ese gobierno en cuya umbría germinó la sorprendente seta tóxica que envenena sus sueños.

Estos trances acaban siempre con la cabeza de alguien rodando por las escaleras. Un sacrificio ritual, casi siempre inútil, para echarle algo a los lobos y ganar tiempo. Las escopetas ya están apuntando, no por casualidad, hacia la consejera de Agricultura, Alicia Vanoostende. Pero el director general bichado se colocó en el Gobierno por la cuota majorera del socialismo canario, no porque lo quisiera la consejera. Y era candidato socialista a las próximas elecciones. Demasiados errores para lavarlos en una cabeza palmera ajena a la cosa calamitosa.

Al equipo del presidente Torres solo le queda cruzar los dedos y esperar que por la catarata mediática de filtraciones no le caiga encima alguna bomba inesperada. Una que termine arrancando por la fuerza de su interesado silencio a sus socios de la izquierda canaria, adalides de una ética infinita que los hace inclementes con el adversario pero inmunes a sus propias vergüenzas: aquella viga y aquella paja en el ojo ajeno de los cristianos viejos.

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