Opinión

José Manuel Ponte

Los escandalosos dineros del fútbol

Se ha escandalizado tanto y tan exageradamente sobre la corrupción en el mundo del fútbol profesional , que ya estamos curados de espanto. Lo habitual solía ser que faltando pocas jornadas para el final de los campeonatos, empezara a hablarse de compras de partidos. En unos casos, para ganar el título y en otros para no bajar de categoría, un abismo que nadie quería frecuentar. Un año en el Infierno fue el lema que utilizó el Atlético de Madrid para describir el dantesco paraje que aguardaba al equipo del Metropolitano como castigo a una nefasta campaña. Lasciate ogni speranza, había sentenciado el gran poeta italiano.

Lo cierto es que se daba por segura la existencia de unos hombres de perfil equívoco que portaban unos maletines de color negro en cuyo interior viajaba la cantidad de dinero con la que cumplimentar el soborno, una operación secreta en la que lo más delicado era dar con la persona, o personas, que iban a hacerse cargo del contenido del maletín. Lo que hicieran luego con el dinero era cosa suya . Por supuesto, no era lo mismo comprar la voluntad de uno, de varios o de todos los componentes de la plantilla. Ni arriesgar la elección de un portero, de un defensa central o de un extremo izquierdo con ascendiente en el vestuario.

Y tampoco vale lo mismo un fallo clamoroso al lanzar un penalti que una jugada bien tramada entre dos o tres de los corruptos. En fin, las fórmulas pueden ser de todo tipo y para todo tipo de personajes, figurando en lugar destacado los árbitros. Durante la Dictadura franquista cundió la idea de que los árbitros simpatizaban en su mayoría con el Real Madrid de Santiago Bernabéu, aquel glorioso equipo de las cinco copas. Y en todos los estadios se cantaba, en plan subversivo aquel lema de «Así, así, así gana el Madrid» a poco que el árbitro principal empezase a asomar la oreja en favor del equipo de la capital del Estado.

En cierto modo, se veía a los árbitros como agentes futbolísticos del omnímodo poder residente en el palacio de El Pardo. Politiqueo aparte, la verdad es que el Madrid de la Dictadura tenía un equipo muy bueno y actuaba como eficaz embajador en la Europa democrática del posfascismo español. En el extranjero nos identificaban con el equipo de Chamartín. ¡Ah, Real Madrid!, nos decían a modo de saludo.

Estos días se nos ha informado con ribetes de enorme escándalo, que el Barça pagó 7 millones de euros durante 20 años a un árbitro que ejercía como vicepresidente del gremio profesional. El citado árbitro explicó que su trabajo se reducía a informes verbales y que su objetivo primordial era asegurar la neutralidad del proceso, lo que debería darse por descontado. En cuanto a la utilización del número de faltas que le pitaron o de los tantos por ciento de posesión de la pelota como evidencias de un supuesto trato de favor del cuerpo arbitral hacia el Barça, no parece tener mucha lógica. Todo eso sucedió durante la etapa de Leo Messi, que superó, por sí mismo, todos los récords. La corrupción en el fútbol es un desgraciado asunto que ya acumula antigüedad. Imagino que el próximo paso de este escándalo será su politización.

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