Opinión | Cantina ilegal

La vida sigue igual

Feria del Carnaval.

Feria del Carnaval. / María Pisaca

Que contento venía ayer mi amigo Tito El Oreja, aquel que les conté que se quedó sordo una noche de Carnaval bailando al lado de una carroza. Resulta que ayer viernes, lo llamaron del banco para decirle que le habían aceptado la ampliación de la hipoteca de su casa, ampliación que Tito había solicitado para poder llevar a los niños a la feria, comprarles un algodón de azúcar y una papona. Venía tan contento que me pidió una cuarta para celebrarlo.

Quizás yo diría que incluso se había venido arriba porque me comentó que, según saliese de la feria, se iba a pasar por uno de esos mesones, que vienen de la península, para disfrutar de un pinchito y una caña, o un plato de calamares, de esos que vienen ya con música incorporada. Mientras saboreaba un plato de garbanzas de las de mi madre, me contó que no quería pasar por lo del último carnaval, cuando después de tres horas disfrutando con los niños en la feria, acabaron embargándole la nómina. Fue muy desagradable. Por eso este año decidió pedir un préstamo al banco y disfrutar del carnaval sin tener que mirar los precios… ¿Que un pinchito vale muy caro?, no importa, ya lo irá pagando poco a poco.

Tito me comenta la gracia que le hace algún propietario de esos mesones que dice que sigue viniendo al carnaval porque les gusta Tenerife y venir, es ya más una tradición que un negocio, algo que se ve perfectamente reflejado en la carta de precios. Y así se fue Tito calle abajo camino a la feria, que abrió ayer, mientras yo me quedé en mi Cantina, pensando en los precios del Carnaval y con el gran Julio Iglesias, puesto en la radio de mi negocio, cantando aquello de La Vida sigue igual.