Opinión

Javier Lima Estévez

En recuerdo a Antonio Pérez Bethencourt (1932-2023)

Durante décadas sería alfombrista junto a un equipo de colaboradores, tanto familiares como amigos, con uno de los bellos tapices de flores en honor al Corpus Christi

Plaza del Ayuntamiento de La Orotava tras la reforma.

Plaza del Ayuntamiento de La Orotava tras la reforma. / Ayuntamiento de La Orotava

Creo que fue Hans Kamella, amigo y humboldtiano, la persona que por primera vez me llevó a conversar con Antonio Pérez Bethencourt, al que siempre llamamos Don Antonio y del que conocíamos algunos detalles atendiendo a que su esposa, Lala Martín, es prima de nuestro abuelo Domingo Lima Martín (1927-2001). El primer diálogo, así como sucesivas charlas, tendrían como marco la casa del tío Pepe. Un inmueble cargado de historia en la villera calle Rodapalla, casi una atalaya en esa coqueta y estrecha vía, desde la que nuestro protagonista se dirigía a vecinos y visitantes manifestando públicamente una facilidad de palabra. Su conversación siempre estaba cargada de chispa e ironía. De voz pausada, reflexiva, en la que expresaba con una privilegiada memoria los recuerdos que formaron parte de su infancia, juventud y, en definitiva, de su trayectoria vital. Aglutinaba décadas de experiencias o de transmisión de aquello que llegaría a escuchar a sus mayores, especialmente en el contexto familiar. Antonio nace el 7 de marzo de 1932 en La Orotava siendo hijo del matrimonio formado por Pedro Pérez Perera (natural del Puerto de la Cruz y hermano de la madre del memorialista portuense, Melecio Hernández Pérez) y Matilde Bethencourt Miranda (hermana de José Bethencourt Miranda, primer guía oficial de El Teide). Ocupa la última posición de cinco varones: Pedro, Juan José, Domingo, Camilo y Antonio Pérez Bethencourt. Adquiere su primera formación en la academia municipal de dibujo dirigida por el maestro Perdigón, para seguir con posterioridad en el Colegio Farrais. De aquellos años de formación no olvida las lecciones en diferentes materias del maestro Inocencio Sosa Hernández. En su etapa ya como adulto realiza estudios de peritaje mercantil. Con tan solo ocho años pierde a su padre, aquel que años atrás, concretamente en 1918, había creado un negocio diferente a lo existente en la Villa, tras regresar de la isla de Cuba. Desde entonces tanto la madre como los hermanos deciden seguir en la senda de una empresa que, poco a poco, se llegaría a consolidar como toda una referencia en el sector, siendo especialmente significativo el impulso dado por los hermanos Camilo y Antonio como parte ya de una segunda generación. El trabajo en la venta exigía levantarse desde muy temprano y continuar con ello hasta la noche y, en muchas ocasiones, abrir los domingos. Todo ello teniendo en cuenta que muchos comestibles venían a granel y había que separarlos o empaquetarlos con diferentes medidas. Especialmente significativo sería el salto experimentado por la empresa con la llegada del boom turístico, extendiéndose hacia nuevos espacios de la realidad geográfica insular. De todos esos años el propio biografiado nos dejaría diversas impresiones.

En junio de 1961 contrae matrimonio con María Candelaria Martín Hernández, conocida popularmente como Lala, que trabajaría como secretaria de la oficina que tenía su padre, el destacado constructor Manuel Martín Méndez, en el Paseo Domínguez Alfonso.

En los años setenta inicia una responsabilidad como Juez Comarcal, prolongando tal función durante varios años. Un acto que llegaría a recordar con orgullo y satisfacción, sin olvidar la compleja etapa experimentada durante el proceso de la Transición democrática española.

Durante décadas sería alfombrista junto a un equipo de colaboradores, tanto familiares como amigos, con uno de los bellos tapices de flores en honor al Corpus Christi.

Sentí una honda tristeza al recibir la noticia de su fallecimiento. Sin embargo, confieso que al pasar por la calle Rodapalla seguiré dirigiendo la mirada con nostalgia y recuerdo hacia la casa del tío Pepe. El espacio en el que tanto compartí y aprendí de Antonio con sus numerosas vivencias e historias. Nuestro más sentido pésame a la familia. D.E.P.

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