Opinión

Por fin lo sabemos: fue Estados Unidos

Ha tenido que ser un periodista de investigación –especie hoy por desgracia en peligro de extinción– quien contara gracias a sus fuentes y con lujo de detalles lo sucedido en aguas del Báltico con los dos gasoductos Nordstream

El presiente de Estados Unidos, Joe Biden.

El presiente de Estados Unidos, Joe Biden. / Karl Merton Ferron/The Baltimore / DPA

Era un secreto a voces aunque los llamados «medios de referencia» estadounidenses – la CNN, The New York Times, etc.- y por extensión sus equivalentes occidentales, se cuidaban muy mucho de apuntar directamente al responsable.

Ha tenido que ser un periodista de investigación –especie hoy por desgracia en peligro de extinción– quien contara gracias a sus fuentes y con lujo de detalles lo sucedido en aguas del Báltico con los dos gasoductos Nordstream.

Y no es porque el Gobierno de Washington se hubiera preocupado demasiado de ocultarlo: el propio presidente de EEUU, Joe Biden, lo vaticinó en presencia y para humillación del propio canciller federal alemán, Olaf Scholz.

Si Rusia invadía Ucrania, sería el fin de los dos gasoductos germanorrusos, prometió el político demócrata sin dejar ninguna duda al respecto. Y cumplió su promesa, pero muchos parecieron no querer creerle.

Y culparon, como hizo el propio Biden, a Rusia de haber cometido ese acto terrorista. Algunos acusaron a Putin de esquivar responsabilidades si se veía obligada a incumplir los contratos de suministro de gas a Europa occidental. ¡Como si no fuera la propia OTAN la que quería poner fin a ese suministro! (1)

Pero claro no se podía creer en ningún caso a Rusia porque ya se sabe que su presidente, Vladimir Putin, y cuantos le rodean mienten sistemáticamente y se dedican a la desinformación.

Pues bien, ahora conocemos por fin lo sucedido gracias al veterano periodista y premio Pulitzer Seymour Hersh, el mismo que reveló al mundo la masacre de My Lay por el Ejército de EEUU durante la guerra del Vietnam y, años más tarde, las torturas por la CIA y militares estadounidenses en la prisión iraquí de Abu Ghraib.

Según su fascinante relato (2), apoyado en fuentes fidedignas y que ha dado inmediatamente la vuelta al mundo aunque muchos de esos medios de referencia han preferido silenciarlo o minimizarlo, fue EEUU el responsable de aquella acción.

La superpotencia aprovechó unos ejercicios navales con sus aliados en el Báltico, los conocidos como BALTOPS22, el pasado mes de junio, para colocar con ayuda de buzos que operaban desde un cazaminas noruego unos artefactos explosivos en esas grandes tuberías submarinas cerca de la isla danesa de Bornholm.

Según cuenta Hersh, el Gobierno de Washington tuvo buen cuidado de encomendar aquella acción a los submarinistas del Centro de Buceo y Salvamento de la Marina, que tiene su base de Panama City, Florida, y no a miembros del Mando de Fuerzas Especiales, pues en este último caso, al tratarse de una operación encubierta habría tenido que informar previamente al Congreso y el Senado, y se trataba de guardar el máximo secreto.

EEUU dejó entonces pasar cierto tiempo, hasta el 26 de septiembre concretamente, para que nadie relacionara lo que tramaba con esas maniobras militares y encargó a un avión de la Marina noruega que lanzara al mar una boya con sonar para provocar después, en el momento elegido y gracias a un temporizador, la detonación de los explosivos.

Noruega, país de la OTAN y de la que es ciudadano el propio secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, cumplió fielmente el cometido asignado por Washington, que le garantizaba además que, al igual que EEUU, podría vender a Alemania más de su propio gas natural en sustitución del ruso.

En su arrogancia sin par, la subsecretaria de Estado Victoria Nuland, conocido halcón que no ha ocultado nunca su desprecio por la UE, se jactaría luego ante el senador Ted Cruz, del Estado petrolero de Texas, uno de los que más habían insistido en que EEUU debía acabar cuanto antes con los gasoductos, de que los dos Nordstream eran ya simple «chatarra en los fondos marinos».

La pregunta que habría que hacerse, pero que nadie se hará, es cómo puede responder un país de la OTAN cuando es blanco de un ataque terrorista como la voladura de los gasoductos por parte de otro miembro de la propia alianza. A quienes redactaron el Tratado del Atlántico Norte jamás se les habría ocurrido tan disparatada posibilidad.

(1) Ver mi artículo ¿A quién beneficia? (10 de octubre de 2022)

(2) Así eliminó Estados Unidos los gasoductos Nordstream. Hay traducción completa al español en la publicación digital CTX.