Opinión | Cantina ilegal

El cielo ya tiene disfraz

Manolo Expósito (i) con su hijo y su nieto.

Manolo Expósito (i) con su hijo y su nieto. / E. D.

La noche del pasado martes fue una noche para olvidar. Como cada vez que no hay concursos, ni galas, la afluencia de clientes a mi negocio era prácticamente nula; pero había un silencio extraño, un silencio que hacía presagiar que no iba a ser una noche cualquiera. Y así ocurrió. Sobre las diez y media, en mi móvil entró un mensaje que decía: Manolo Expósito acaba de morir.

Apagué el fuego, cerré puertas y ventanas y me senté en la mesa del fondo, en esa en la que nacen tantas conversas de carnaval. Mirando fijamente el mensaje del móvil ahogué mi tristeza entre lentejuelas. Recordé que el pasado 28 de enero hablamos en mi Cantina de su entrega al carnaval, de la elegancia de sus disfraces para Los Lenguas y Lengüines, de la sonrisa que me regaló cuando, la última vez que nos vimos, acordamos echarnos un cortado que ya no voy a poder disfrutar. El pasado martes, día de San Valentín, se nos marchó un artesano enamorado de nuestra fiesta dejando aquí un legado inolvidable; tangible, con diseños como el de payaso molinero o el de la mariposa, que hizo que su murga fuese la primera en la historia en conseguir un doblete de primeros premios, pero también intangible, por su impronta, por su humildad, por su elegancia, por su saber hacer y por su inolvidable aportación al carnaval, en concreto al mundo de las murgas infantiles.

El martes se marchó sin despedirse, dejando con su sonrisa una estela de purpurina en forma de payaso. Subió al encuentro de tantos grandes murgueros que nos han dejado: Enrique González, Tom Carby, El Chema, Berto Marichal, El Suspi, El Compinche, El Cotena y tantos otros que estoy seguro que se alegraron al verle porque habrán pensado que el cielo, ya tiene disfraz.