Opinión

A propósito de Tazacorte

Ayuntamiento de Tazacorte.

Ayuntamiento de Tazacorte. / ED

En un lunes frío, donde el sol saluda de reojo y sin garantía alguna de permanencia, en la atestada sala de espera para una consulta imprevista de odontología, un paisano que sale guiado por la enfermera me reconoce y saluda con gestos exagerados de dolor para meterme miedo; por lo que vi no tenía prisa alguna ni la más leve molestia porque, tras el saludo, dejó claros sus asuntos de interés –La Palma y el volcán o, tanto monta, el volcán y La Palma– y me espetó de entrada las airadas protestas de los vecinos de Tazacorte –«el pueblo está que arde»– por el trazado final de la carretera de la costa, una infraestructura estratégica para unir en condiciones idóneas el rico occidente palmero.

El asunto de marras –la comunicación del norte y el sur del Valle de Aridane en condiciones adecuadas y dignas del siglo XXI– fue saludada como imprescindible por todas las administraciones implicadas en la crisis volcánica del otoño de 2021; y calificada como actuación de emergencia por el gobierno central. Se trata de una carretera de cinco kilómetros y medio de trazado, con siete metros de calzada y dos carriles que contendrán en sus arcenes las conducciones hidráulicas, eléctricas y la fibra óptica. Su presupuesto ronda los cuarenta millones de euros; de ellos una cuarta parte se destinará a indemnizar las expropiaciones.

Desde que se presentó el proyecto hubo discrepancias y debates sobre el trazado, protestas, manifiestos y arduas negociaciones con propietarios y organizaciones agrarias y con representaciones heterogéneas de los perjudicados. Contra viento y marea y con cesiones de todas las partes, se llegó a un acuerdo razonable, o yo lo creí al menos así. Pero de pronto y por sorpresa este funcionario bagañete, radicado en Tenerife, me alertó de su pueblo en llamas y, después, a fuerza de preguntas concretó y centró el asunto y la protesta.

El primer tramo de la nueva carretera –más de cuatro kilómetros– marcha, por fin, a buen ritmo y, según fuentes oficiales, podría concluirse en el próximo abril. El sector pendiente de debate –setecientos metros que implican los barrios de San Borondón, Las Cabezadas y La Marina– según manifiestan los directivos de una plataforma ciudadana exigen una respuesta de las administraciones a sus propuestas de soluciones alternativas «con carreteras sobre la lava, ya hay dos, o utilizando tramos de antiguas vías que evitarían graves daños en tres poblaciones consolidadas y la pérdida de una veintena de fanegadas de plátanos, con una inversión innecesaria de más de siete millones de euros».

La voluntad de diálogo y la unidad de acción demostrada durante la emergencia y elogiada sin excepción por todas las fuerzas políticas tienen que redoblarse en la hora de la reconstrucción y el entendimiento con los damnificados es fundamental para que, quienes perdieron tanto, no se vean obligados a aceptar soluciones que no les convienen ni entienden ni les satisfacen. Hablamos, según nos informan desde el ayuntamiento de la Villa y Puerto de Tazacorte, de unas setenta familias que, desde hace meses, han colgado en sus balcones y terrazas pancartas que exigen que no les quiten ahora lo que les dejó el volcán.

En la terrible contabilidad de la comarca castigada que aún tiene columnas y total pendientes, por una mera cuestión espacial –las superficies respectivas– y voluntaria o involuntariamente se ha minimizado el coste de la tragedia en el menor y más joven de nuestros municipios.

La erupción de Cabeza de Vaca destruyó un tercio del término. Exactamente tres millones ochocientos mil metros cuadrados de las vegas más fértiles de La Palma, con más de medio milenio ininterrumpido de producción de primores –azúcares, melazas, alcoholes, vinos y, desde principios del siglo XX, los mejores plátanos– para la vieja Europa. Tazacorte es, junto a la región valenciana, el suelo agrícola más caro del estado, según estimaciones del Consorcio de Compensación de Seguros.

Ahora, como leve compensación y/o justicia poética, a sus doce kilómetros cuadrados –12,04 exactamente– tenemos que sumar, según certificación del Instituto Geográfico Nacional, las cuarenta y siete hectáreas de la tierra más joven de Europa. A propósito de Tazacorte, con un sector notable de su población ocupado en el sector platanero en gran medida, y ahora con una alta cuota de paro, necesita el diálogo entre administraciones y afectados para resolver sus diferencias en el estratégico y complejo asunto de las comunicaciones y la agricultura en el último trecho de la vía costera.

Y, en la medida de lo posible, la solidaridad institucional para poner en valor sus famosos activos, entre los que destaca su proverbial fertilidad, la cordialidad y alegría de su gente y, como escenario vital, una marina espléndida, el segundo puerto insular y los atardeceres más largos y bellos de este cuadrante atlántico.

Cuando salí de la consulta con el cachete dormido y la lengua torpe aún me esperaba el amigo para seguir hablando de su pueblo y, de algún modo, también el mío.

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