Opinión

Antonio Papell

La derrota de Rusia

Putin dice que Rusia tiene "con qué responder" al envío de tanques

Putin dice que Rusia tiene "con qué responder" al envío de tanques

Rusia es un país de 146 millones de habitantes extendido sobre más de 17 millones de kilómetros cuadrados. Pese a sus dimensiones descomunales, es una potencia media con un PIB de apenas 1,5 billones de euros y un PIB per cápita de 10.300 €, según datos consolidados de 2021. Su territorio es 34 veces el español aunque su PIB está muy cerca del nuestro (España: 1,33 billones de euros) y su PIB per cápita es algo más de la tercera parte que el español (27.900 €). El gigantismo de la que tuvo pretensiones de gran potencia el siglo pasado no indica superioridad (una densidad de población tan baja es muy difícil de gestionar) y su relativa relevancia actual se basa apenas en la disponibilidad de un gran caudal de materias primas e hidrocarburos, en la posesión de un arsenal nuclear y en su posición geoestratégica en Euroasia, junto a China y la India.

El régimen autoritario de Rusia impide a la ciudadanía tomar posiciones sobre el destino del propio país, al tiempo que preserva a la élite dominante de las críticas de aquellos que no coinciden con el expansionismo nacionalista que ha sustituido al colectivismo aglutinante que fracasó y terminó hundiéndose al mismo tiempo que el Muro de Berlín. Sin embargo, es evidente que el margen de discrecionalidad del Kremlin no es ilimitado, de forma que sus hazañas bélicas se verán limitadas en el momento en que la sociedad rusa perciba los efectos negativos de una onerosa guerra que consume la mayoría de los recursos disponibles y que razonablemente Moscú no puede ganar.

El viejo sistema soviético no ha sido capaz de edificar un Estado siquiera democrático en apariencia y capaz de desempeñar un papel y una interlocución frente a occidente. Desde mediados de 1990, Rusia practicó un imperialismo de vecindad que culminó en 2014 con la toma de Crimea y en 2022 con la declaración de guerra a Ucrania. Esta última decisión, en la que Moscú no ha podido contar siquiera con el apoyo de Pekín, margina definitivamente al gran país euroasiático del concierto de las naciones ya que ha perdido por completo su respetabilidad. La injustificable guerra de Ucrania no solo acusa al agresor sino que lo sume en el oscuro magma del genocidio, de los delitos de lesa humanidad, que hacen imposible el retorno de Rusia a una relación de normalidad diplomática con el resto del mundo.

Es manifiesto que Rusia ha perdido ya la guerra porque nadie gana en un conflicto de esta naturaleza. Sin embargo, es obvio que puede prolongar la confrontación todavía un largo periodo de tiempo, lo que llevaría a la completa destrucción de Ucrania y supondría una seria contrariedad económica y financiera para el mundo occidental, que no puede abstraerse del todo de la gran atrocidad. Así las cosas, lo lógico sería que Occidente atacase las fuentes de ingresos de Moscú, y muy especialmente la rentas que obtiene por la venta de hidrocarburos, que, en palabras del analista Simon Johnson, ex economista jefe del FMI, han puesto a Rusia «en camino de convertirse en el estado paria mejor financiado de la historia».

Según Johnson, antes de la invasión de Ucrania, Rusia producía alrededor de 10,8 millones de barriles diarios, de los que exportaba 8 millones. Y aunque la caída de la actividad en Rusia deja un nuevo margen de petróleo disponible, sus antiguos clientes diversifican ahora las compras y, según la Agencia Internacional de Energía, en 2023-2024 las exportaciones podrían bajar de los seis millones diarios de barriles. La caída del precio podría estimular a India y Cihina a comprar más... si Occidente no juega sus cartas.

En definitiva, la verdadera guerra contra Rusia debería plantearse desde occidente a través del petróleo. Es necesario disuadir a los países emergentes de beneficiar al régimen ruso, que no tiene futuro. Además, ya es hora de presionar sobre la OPEP para que este oligopolio entienda que su solapada ayuda a Moscú podría traducirse en activas campañas de condena contra los regímenes autoritarios que están en la cabeza de los exportadores de petróleo. Y, por último, occidente debe acelerar la generación eléctrica mediante renovables, con la convicción de que este es el verdadero camino para acabar con la impostura autoritaria de Moscú.

Suscríbete para seguir leyendo