Opinión

Pedro Alfonso

La empresa, quimeras aparte

La empresa, quimeras aparte

La empresa, quimeras aparte

Analizar lo que ocurrió no consiste más que en sumar, restar y comparar. No hay mucha ciencia, salvo una fuente fidedigna, una mente abierta y ajustar los datos al objetivo que te propones. En el caso de los empresarios, el objetivo es recuperar la productividad y aportar riqueza.

Quimeras aparte, es prácticamente imposible que todas las variables sean positivos al mismo tiempo y con la misma intensidad, por lo que muchas veces nos conformamos con un puñado de pasos dentro del maratón en que consiste la sostenibilidad de la economía.

El precio de cualquier bien o servicio supone adquirir un producto negociando con habilidad en el mercado, sin olvidar que el vendedor, en época de escasez marca el precio de referencia y la falta de elasticidad de la negociación le beneficia más al vendedor que al comprador. Y no digamos al consumidor.

A esto hay que añadir los costes laborales, los de suministro, los costes regulatorios que imponen mercados y la administración pública, amortizaciones, fiscalidad así como el margen empresarial.

Ante una subida de esos parámetros, las empresas se encuentran ante tres escenarios. Subir los precios, bajar los gastos o recortar sus márgenes.

Decisiones comprometidas, pues si el mercado no las acepta, el futuro de la empresa está seriamente comprometido.

Si, además, el anuncio de nuevos impuestos, subida unilateral del salario mínimo, pretensiones sobredimensionadas en la negociación salarial, incremento de las cotizaciones sociales o tipos de interés, la tensión sobre la viabilidad de las empresas se multiplica.

Sobre todo, cuando el propio Estado ofrece remunerar el dinero por encima del tres por ciento, y la tentación de vivir de rentas, en vez del esfuerzo y riesgo empresarial, se convierte en la letanía de un canto de sirenas.

Nos enfrentaríamos a una situación a la que no hay presupuesto que pueda sostener a base de subsidios y subvenciones.

El futuro es un lienzo que no está pintado, pero que tampoco sirve de mucho colgarlo en cualquier pared.

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