Opinión | Tal cual

La universidad y el valor de la aceptación

Tras lo sucedido en la Universidad Complutense de Madrid, donde la presidenta de la comunidad sufrió un escrache organizado por el Sindicato de Estudiantes y la asociación feminista revolucionarias «libres y combativas» –grupo subvencionado por los ministerios de Irene Montero y de Ione Belarra, con más de 60.000 euros– y con la colaboración inestimable de una parte del profesorado, se puede decir que, una vez más, se ha profanado la universidad.

Si a este hecho le añadimos la soflama de Elisa –seguramente una futura ministra de cultura y educación–, lleno de incoherencias, rencor, odio e insultos. Mostrando, con un 9,8 de nota, ser la alumna más ilustre de su promoción –da pena y escalofríos pensar cómo será el resto de la promoción–, constatamos que los decibelios de sus gritos eran proporcionales a la degradación de su talento.

La universidad debería ser un lugar sagrado dedicado en exclusividad a impartir conocimiento, contrastar el pensamiento y adquirir excelencia. Ya se sabe que el mundo avanza gracias, en parte, a la sabiduría y a la reflexión. Y a la necesidad de valorar el poder de la aceptación. Es bueno y necesario admitir que existen personas que disienten de nuestras ideas y pensamientos. Hay mucho más valor en la aceptación que en el enfrentamiento.

Hay quienes piensan, votan y se comportan de forma diferente a nosotros. Y hay que aceptarlo. Y lo democrático es intentar contrastar nuestras diferencias con razonamiento y lógica, no exento de convicción y de coraje; envueltos en una necesaria puesta en escena. Donde las formas y el saber estar no tienen por qué rebajarse a la nueva dictadura del pensamiento de izquierdas y de la perversión sistemática del lenguaje. Lo contrario, sería generar frustración y odio en uno mismo. Y es evidente que, desde esa perspectiva negativa y excluyente, no se puede trabajar; y, menos aún, intentar convencer a alguien de nuestras ideas.

Por todo ello, no se debería permitir la politización de la universidad. Y, menos aún, hacerlo desde las cátedras a través de la imposición de una determinada ideología. De esta forma, lo que se está consiguiendo es politizar la vida misma, convirtiéndola en un perverso eje, donde termina predominando la sumisión y la entrega, sin más discusión ni disidencia.

Llegados hasta aquí, nos topamos con la idea de que la universidad debería ser neutral. Pero el actual gobierno socialcomunista, en palabras de su ministro de universidades, opina lo contrario. El ministro Subirats considera que los centros solo hacen «reflejar la diversidad ideológica de la sociedad». Es más, en la nueva ley de universidades, contempla, entre las nuevas funciones de los claustros: «poder analizar y debatir otras temáticas de especial transcendencia». Se supone que dicha función no deja de ser una sesión más, a quienes los mantienen en el poder.

Hay que recordar que, en su día, tanto el Supremo como el TSJC fallaron en 2019 en contra de lo que hicieron algunas de las universidades catalanas –que se atrevieron a romper con la secular neutralidad universitaria–, al firmar un Manifiesto rechazando las condenas de lo que ellos denominaban «presos políticos» –como si esto fuera Cuba o Venezuela–, y la judicialización de la política catalana. Y la sentencia del TSJC dejó claro que la condena se debía «a haber roto con la neutralidad ideológica y/o política que se espera de toda universidad» Claro está que dicha sentencia se la pasaron por el forro de la toga y de la muceta. Al poco tiempo, volvieron a hacer otro manifiesto; esta vez en contra de la sentencia de ese mismo tribunal, que exigía la implantación del 25 % de las clases en castellano.

Como decían Marx y Engels, en su Manifiesto Comunista: «Los comunistas no tienen por qué guardar encubiertas sus ideas e intenciones. Abiertamente declaran que sus objetivos solo pueden alcanzarse derrocando por la violencia todo el orden social existente». Y Nietzsche añade: «La plebe vuelve siempre». Lo lamentable es que, en determinados lugares, no solo es que hayan vuelto, sino que llevan tiempo gobernando.

macost33@gmail.com

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