Opinión | Retiro lo escrito

Hititito

España y Marruecos acuerdan normalizar el tráfico de mercancías en Ceuta y Melilla.

España y Marruecos acuerdan normalizar el tráfico de mercancías en Ceuta y Melilla.

Según el presidente Pedro Sánchez la Reunión de Alto Nivel (RAN) entre España y Marrueco ha supuesto un hito en las relaciones entre ambos países. Visto su desarrollo y sus logros les ha salido más bien un hitito. O un hititito. Y no solo porque Mohamed VI no se haya presentado en la misma (estaba en Gabón trabajándose unas nuevas y largas vacaciones) porque calificar este gesto como ofensa es no entender la psicología del poder de la monarquía alauita. Mohamed VI no entiende a Sánchez como un igual, ni siquiera a un segundo en el escalafón. A su propio primer ministro, el multimillonario Azoz Ajanuch, lo considera poco más que un contable de sus intereses en el petróleo, el carbón y otra docena de actividades. Ajanuch es el líder –quizás mejor sería decir el CEO– del partido Agrupación Nacional de los Independientes, fundado a finales de los setenta por un primer ministro y yerno de Hassan II. Todo queda en casa y uno entra y sale de su casa cuando quiere.

A muchos irrita la poca transparencia de los acuerdos, pero es lo de menos. En su mayoría resultan actualizaciones de acuerdos y protocolos anteriores: nada singularmente novedoso o llamativo. Pedro Sánchez se plantó en Marruecos con sus ministros del alma –los del cuerpo se quedaron en Madrid para no coincidir con un tirano que no les gusta– con el objetivo central de solemnizar sus enjuagues diplomáticos con el régimen marroquí. Ya no habrá equívocos ni recelos y se abre una larga etapa de paz, prosperidad y amistad. Ese objetivo quedó muy claro cuando Sánchez insistió en que de ahora en adelante tendría mucho cuidado en ofender a las autoridades marroquíes al hablar de soberanía. Ofender: curiosa elección. Es la locución que más se acerca a la raíz religiosa, y es la que ha preferido el presidente, no molestia, irritación o indignación. Debe evitarse a cualquier precio que Marruecos se sienta ofendido al cuestionar su soberanía sobre un territorio sobre el que no tiene legalmente ninguna, como el Sáhara, por ejemplo. Ni una palabra en los discursos españoles sobre los saharauis. En cambio, los marroquíes sí hicieron alusiones, siquiera implícitas, al Frente Polisario, al mencionar la necesidad de aniquilar a «grupos separatistas y milicias armadas», expresiones que se usan en el parlamento y en los periódicos para referirse inequívocamente a los polisarios. Rabat ha exigido –aunque ayer no lo hizo– el control del espacio aéreo del Sáhara, que actualmente ejerce España. También se lo ha solicitado a los Estados Unidos. Seguirá haciéndolo una y otras vez hasta conseguirlo.

El hediondo régimen marroquí y su corrupta monarquía construyen verdadera artesanía con el tiempo (puliendo pacientemente años, lustros, décadas) y ni está sometido a los contrapesos y controles de una democracia ni debe temer nada de las urnas. España, en cambio, es una democracia parlamentaria aunque renqueante que tiene problemas cuando mueren una veintena de migrantes intentando entrar en Ceuta. Lo que está haciendo España es externalizar el control de sus fronteras a la gendarmería marroquí para frenar a los migrantes a cambio de legitimar la ocupación del Sáhara y, en general, hacer negocios sin dificultades. Pero sin prisas. Detrás de un hitito vendrán otros. Otros momentos históricos y otros distanciamientos. Otros brindis y otras patadas mientras Marruecos sigue una escalada en su inversión en material militar. Por el momento las aduanas comerciales de Ceuta y Melilla siguen cerradas. Ni una palabra sobre la delimitación de las aguas territoriales de Canarias y de España. Un éxito impresionante del Gobierno español. Pedro Sánchez, habibi, solo quería demostrar que su apuesta diplomática –esa que tomó por carta sin consultarla ni con su Gobierno ni con las Cortes– era firme. No se ha tragado ningún sapo. Es el sapo el que se lo ha tragado a él.

Suscríbete para seguir leyendo