Opinión | Observatorio

Cristina Manzano

Fuerza de paz

Fuerza de paz

Fuerza de paz

Ahora que todos parecemos especialistas en armamento pesado, que opinamos tranquilamente sobre por qué los Leopard 2 son mejor alternativa que los Abrams, o sobre si habrá o no ofensiva de primavera, podríamos aprovechar para elevar el conocimiento y el debate sobre el papel de las fuerzas armadas en nuestra sociedad democrática y en su dimensión internacional.

De momento nos estamos acostumbrando a ver y escuchar a oficiales –retirados, la gran mayoría– explicar con autoridad y pedagogía cuestiones técnicas y estratégicas relacionadas con la marcha de la guerra en Ucrania; también a numerosos expertos en seguridad y defensa. Es otro paso más en la normalización de la presencia de las fuerzas armadas y de estas cuestiones, todavía escasa, en nuestro espacio público. Una presencia que sigue siendo mayoritariamente masculina. Cuesta todavía dar visibilidad a las muchas expertas que hay en este campo; cuesta más todavía aumentar el número de mujeres en los ejércitos.

A finales de 2021, el porcentaje de mujeres en las Fuerzas Armadas españolas era de un 12,9%; en 2006 era del 12%, según el Observatorio Militar para la Igualdad. Menos de un punto más al cabo de 15 años. Una ralentización que choca con el crecimiento que había visto entre los años 2000 y 2006, donde la incorporación de mujeres se había duplicado. La cifra llega hoy hasta el 35% en los llamados cuerpos comunes –los jurídicomilitares, económicofinancieros, de sanidad y de músicas militares– y disminuye abrumadoramente, claro, cuando se trata de mandos: apenas un 7,8 % del total. Solo dos mujeres han llegado al generalato.

Ley, realidad y ficción

Hace unas semanas, RTVE estrenó, sin apenas promoción, Fuerza de paz, una serie que se desarrolla en el seno de un contingente español al frente de una misión de paz de la ONU en Guinea Ecuatorial. No se prodiga mucho el género bélico por estas latitudes, pero es indudable que la ficción ayuda a acercar otros mundos al gran público. La obra más notable de los últimos años ha sido Zona hostil (2017), la recreación del rescate de los tripulantes de un helicóptero en Afganistán, basada en hechos reales.

Fuerza de paz no aspira a ningún parecido con la historia real; para empezar, nunca ha participado España en una misión en Guinea. Se trata de un thriller sobre la investigación de unos oscuros acontecimientos dentro y fuera de la base, piratas desalmados de por medio. Pero sí ofrece una visión actualizada y moderna del Ejército con una trama salpicada de mensajes sobre el honor, el deber y la justicia, sobre la vocación de ayudar y sobre el deseo de contribuir a mundo mejor y en paz, con alguna pullita a las deudas de un pasado colonial, y tiene el acierto de no caer en soflamas patrioteras.

Tiene el acierto, también, de tener una protagonista femenina y de reflejar un contingente en el que mujeres y hombres operan en igualdad de condiciones. Es algo recogido por la ley de 1988 que regula la incorporación de la mujer a las Fuerzas Armadas: «La mujer podrá alcanzar todos los empleos militares. En las denominaciones de los mismos no existirá distinción terminológica alguna con el varón». Pero una cosa es la ley y otra la costumbre. La propia serie refleja las diferencias a la hora de juzgar el comportamiento de una militar en relación a sus compañeros varones. Ya fuera de la ficción, en 2021 los procedimientos abiertos por acoso sexual aumentaron un 36% con respecto al año anterior. Todos los denunciados (menos uno que no fue identificado por la víctima) eran hombres.

Muchas son las razones por las que es importante que haya más mujeres en el Ejército. Por una parte, porque las Fuerzas Armadas deben ser el reflejo de una sociedad que aspira a ser auténticamente igualitaria. Además, y a medida que más mujeres asciendan en el escalafón, se plasmará también en los beneficios de aportar nuevas y diversas perspectivas a la toma de decisiones. La excusa de los plazos necesarios para alcanzar grados más altos comienza a diluirse 35 años después de aprobada la ley que determina la igualdad de condiciones para hombres y mujeres. Por último, en esta incompleta relación, el papel de la mujer en el Ejército es un elemento esencial para un país que presume de tener una política exterior feminista.

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