Opinión | Cantina ilegal

Obligada reflexión

Una chica mira por una ventana.

Una chica mira por una ventana.

Yo no sé qué llevo peor, si el tute de trabajo en mi cantina o las discusiones que aquí se producen y en las que, depende de si conozco a los que discuten, me meto o no. Si las disputas fueran por el relleno de conejo en salmorejo que mi madre me pone en las garbanzas, me metería seguro, pero no es el caso.

En una semana como ésta las discusiones se centran en las murgas adultas, que si ésta estuvo bien, que si aquella no, que si esperaba más... y así un sinfín de tópicos murgueros a los que ya estamos acostumbrados. Y para muchos clientes de mi negocio, más que disputas, lo que urge es abrir una profunda reflexión acerca de las murgas infantiles, cuyo concurso ya acabó. Yo no esperaría más y me sentaría a analizar y ver qué clase de concurso queremos. Es una pena que Fiestas, acabado el carnaval, deba organizar Fiestas de mayo, barrios, o navidad, porque me encantaría que tuvieran tiempo para abrir algo así como una mesa técnica, formada por miembros del colectivo y de la organización, y cerrar un modelo de concurso que sea inamovible durante años. Volver a instaurar las dos canciones, no permitir mayores de edad en el grupo aunque sea en la batería, subir el mínimo de componentes dado que, solo veinte personas, provoca que en la actuación de algunos grupos la imagen sea desoladora, incentivar el uso de la trompeta y sobre todo, establecer las normas pensando en el bien del espectáculo y no en lo que le venga bien a una murga o a otra. Que quien gane, sea el concurso.

Algunos de mis clientes no pensarán igual, pero el certamen de los niños, aunque solo sea por la ilusión que le ponen, es merecedor de una obligada reflexión.