Opinión

Tanques

El tanque Leopard 2 tiene la fuerza de 6 ferraris y consume como 50

El tanque Leopard 2 tiene la fuerza de 6 ferraris y consume como 50

Ya van los tanques alemanes y norteamericanos camino de Ucrania, según las últimas noticias. Ahora los tanques alemanes se llaman Leopard 2 y marcharán junto a los Abrams estadounidenses. La última vez que vimos carros de combate de esos dos países en suelo europeo se les llamaba Panzer y M26 Pershing respectivamente, y luchaban unos contra otros. Algo hemos avanzado, pero no lo suficiente.

En el primer periódico que tuvo la ocurrencia de darme trabajo imprimíamos en una vieja rotativa de fabricación alemana. De madrugada, cuando comenzaba la impresión a mí me gustaba quedarme por allí y ver nacer el periódico del día. El jefe de la rotativa, a veces, me ofrecía un cigarrillo y se entretenía un rato tomándome el pelo. Me contaba que su vieja máquina tenía alma de Panzer porque usaron piezas y estructuras de un tanque alemán para construirla, aprovechando la calidad insuperable de aquel acero, y que por eso era tan robusta, pero también por eso nunca había podido corregirle la pequeña rebeldía de imprimir las páginas de sucesos mejor que las otras, porque solo era feliz cuando entre la tinta había un poco de sangre.

A mí me gustaba creerme aquellas historias porque me era grato pensar que a veces es posible transformar las máquinas de guerra en máquinas de paz, y creer, a más alta escala, que la cultura y la belleza podrán alguna vez con la guerra y la muerte. Yo le conté, una de esas veces, la historia de Casto Moreno Vargas, un hombre que, como el viejo panzer, tuvo dos vidas, una como Casto Moreno y otra como José El Mojiconero. A Casto lo fusilaron en la Guerra Civil por anarquista y por ir a los cortijos y las gañanías de Lebrija enseñando a leer a la gente más humilde. Pero sobrevivió, escapó de la fosa común donde lo tiraron y después de muchos años retornó a su pueblo convertido en José El Mojiconero. Cuando se corrió el rumor, la Guardia Civil fue a la choza de su padre, el mítico Juaniquí, un cantaor que creó un modo particular de decir las soleares. Se cuenta que respondió cantando a los que buscaban a su hijo: «Yo tengo un hijo perdío/ y si Dios no lo remedia/ yo voy a perdé el sentío». Fue tan desgarrador el cante de aquel hombre que los guardias se fueron de la choza y nunca más volvieron. El Mojiconero volvió a enseñar por los cortijos a las familias más humildes, como había hecho siempre, nadie jamás lo delató. Y entonces el jefe de la rotativa me miró y me dijo: «Qué hermosa historia la de un padre que libra a su hijo de sus perseguidores cantando por soleá. Qué inmenso ejemplo, la cultura venciendo, pacíficamente, a la barbarie». Yo le respondí con una sonrisa. Para entonces ya salía el primer periódico y yo me fui a casa comprobando con tristeza que las páginas de sucesos estaban mejor impresas que las de cultura.

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