Opinión | Cantina ilegal

Pararapapá

Una murga infantil durante su actuación en el concurso de 2023.

Una murga infantil durante su actuación en el concurso de 2023. / Carsten W. Lauritsen

Poco fue el tiempo que tuve para ir escuchando un poco el concurso de anoche de las murgas infantiles; entre plato y plato de garbanzas, le echaba un ojo a la tele para intentar escuchar algo pero la escandalera que había en mi Cantina, apenas me dejó entender nada de ninguna canción. Las veré repetidas hoy, antes de abrir, para fijarme bien en sus temas.

Lo que si pude observar, con más tristeza que admiración, fue la deriva de nuestras murgas de niños a la hora de tocar la trompeta. Y es que ahora, por pura comodidad, nuestros pequeños, donde cabía un buen toque de trompetas y un movimiento de un lado a otro para hacer brillar su purpurina, tararean un cansino pararapapá que a más de un artesano, y a algún que otro romántico del carnaval, nos pone los pelos de punta. Hay algunas que la llevan colgando al cuello, no sé muy bien con qué intención y hay otras que ya, directamente, ni las llevan.

Siempre me he preguntado qué es lo que pensarán desde el cielo ilustres y míticos artesanos murgueros como Luís Gangueu, Don Pepe, Óscar Hernández o el mismísimo Enrique González y qué pena la de obras de arte que se pierden de Lolo Expósito o de Joaquín Cruz, o las de Pancho Saavedra y Gilberto González, en los tiempos en las que las hacían. Hay caminos que está tomando nuestra fiesta más importante que no me acaban de convencer y éste, es uno de ellos. Personas enormemente valiosas, que elaboran maravillas, viéndose relegados a un segundo plano y dejando todo el protagonismo a los directores musicales, a quienes la gran mayoría de murgas infantiles, y muchas adultas, están convirtiendo, por comodidad, por economía, o por lo que sea, en los nuevos artesanos del pararapapá.