Opinión | El ojo crítico

Fernando Ull Barbat

¿Qué pasó en el ‘Costa Concordia’?

¿Qué pasó en el ‘Costa Concordia’?

¿Qué pasó en el ‘Costa Concordia’?

He de admitir que el caso del crucero italiano Costa Concordia, que se hundió por estas fechas hace once años, me interesó desde el primer momento. Las casualidades que se dieron, la cobardía del capitán abandonando a los pasajeros a su suerte y la imagen del barco encallado durante meses a unos metros de la orilla fue una de esas noticias que pocas veces se han podido ver tan en riguroso directo. Como recordará el lector este crucero se encontraba realizando una ruta por el Mediterráneo a principios del año 2012. En un momento dado, el capitán Francesco Schettino decidió acercarse a la Isla de Giglio para que los pasajeros vieran las luces nocturnas. Otra versión asegura que fue para que uno de los miembros de la tripulación, que era natural de esta isla, pudiese ver de cerca su lugar de nacimiento. El capitán navegaba sin utilizar el ordenador de abordo ya que, según declaró en la instrucción judicial, conocía aquellas aguas como la palma de su mano. Pues menos mal. Cuando se dio cuenta que se estaba acercando demasiado a la costa rocosa de Giglio trató de virar el barco pero ya era tarde. Por apenas unos metros el Concordia no pudo esquivar una línea de rocas que provocó en el casco del barco una rotura longitudinal de 48 metros. Primera casualidad: el hecho de que un barco tan enorme pudo haber evitado el desastre por apenas 5 metros, dada la gran profundidad que este tipo de islas tienen a muy escasa distancia de la orilla. Desde ese mismo instante el megacrucero con algo más de 4.200 personas a bordo entre pasajeros y tripulación quedó a la deriva. Comenzó a alejarse poco a poco de la isla por efecto de la inercia que había adquirido en el momento del viraje ya que al inundar el agua casi medio barco los motores dejaron de funcionar. Los pasajeros llamaban a sus familiares contándoles lo que pasaba: que el barco comenzaba a escorarse y que no sabían qué hacer. El capitán, ante las llamadas de las autoridades italianas, mintió diciendo que todo estaba bien y que solo se había producido un corte de energía temporal. Segunda casualidad: cuando el Concordia se alejó de la costa el viento reinante comenzó a acercarlo otra vez a la isla de Giglio, al norte del puerto. Si no hubiera sido por ese viento que empujó el barco gracias a la altura de las 17 cubiertas que actuaron como una vela, el Costa Concordia se hubiese hundido en mitad del mar ahogándose todos sus pasajeros. Menos el capitán, imagino.

Cuando el Concordia consiguió arribar a la costa de nuevo gracias al empuje del viento comenzó a escorarse peligrosamente por efecto del agua que continuaba entrando por el casco. Tercera casualidad: en el instante en el que se iba a pique el casco quedó colocado sobre dos rocas puntiguadas separadas por unas docena de metros. Si el barco no se hubiera encontrado con esas dos puntas rocosas, se hubiera hundido a unos metros de la costa. Y en esa milagrosa posición comenzó la evacuación de los pasajeros. Es sabido que el capitán fue una de las primeras personas en abandonar el barco. El miedo y la cobardía pudieron con él. Afirmó que se cayó dentro de una lancha salvavidas.

Un año después de aquella fatídica noche se emitió en televisión un documental sobre el hundimiento del Concordia que aún recuerdo. Hubo comportamientos humanos de lo más variados: hombres que empujaban a mujeres y niños para ser rescatados los primeros, personas que perdieron la vida por un azar, una niña que desapareció en el mar cuando saltó del barco a la lancha de salvamento. Algo que apenas se conoce de esta historia es que cuando los pasajeros comenzaron a ser rescatados por un lado del casco en esas imágenes que vimos en televisión con decenas de personas con chalecos salvavidas formando una hilera, un grupo de vecinos del puerto de Giglio se hicieron con todas las cuerdas que pudieron, las que tenían en sus casas y en sus tiendas, las metieron en sus barcas de remos y se acercaron al barco cada vez más escorado. Subieron a bordo no se sabe cómo y gracias a sus cuerdas, deslizándose por pasillos que se habían convertido en pozos por la inclinación del barco, consiguieron rescatar a decenas de personas que no hubiesen podido salir por sus propios medios. Todo ello en la oscuridad y con medio cuerpo en agua muy fría.

La peor parte se la llevaron las 32 víctimas mortales. Muchas si se las considera de manera individual pero pocas si se tiene en cuenta la gran catástrofe que podía haberse producido. Gracias a a las tres casualidades a las que me he referido antes el Costa Concordia no será recordado como un nuevo Titanic. El capitán Schettino fue condenado a 16 años de cárcel por homicidio involuntario, por su patética huida del barco y su grave negligencia en el manejo del timón.

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