Opinión | Observatorio

Mariano Marzo

Transición extractiva

Transición Extractiva

Transición Extractiva

La transición hacia un modelo energético descarbonizado creará empleos, mejorará la salud pública y mitigará el cambio climático. Pero hacer realidad este futuro requerirá algo más que la sustitución gradual de los combustibles fósiles. La producción de una amplia gama de materiales relevantes para la energía (litio, cobalto y níquel para baterías; elementos de las tierras raras para turbinas eólicas y motores eléctricos; silicio para paneles solares; cobre para expandir la red eléctrica; etc.) debe incrementarse sustancialmente. Y, sin duda, la gestión de los impactos ambientales, económicos, sociales y geopolíticos generados a lo largo de toda la cadena de valor de estos materiales, desde su extracción y procesado hasta su reciclado, constituye un enorme desafío.

Diversos estudios concluyen que producir los materiales necesarios para la transición energética será una tarea ardua. Así, la Agencia Internacional de Energía pronostica que mantener al mundo en una senda compatible con los objetivos del Acuerdo Climático de París requerirá multiplicar por seis la producción de dichos materiales entre 2020 y 2040, hasta 43 millones de toneladas por año. Una cifra que, a primera vista, puede parecer pequeña si se la compara con la de la industria de los combustibles fósiles, que a escala global y solo en 2020 movilizó aproximadamente 15.000 millones de toneladas de carbón, petróleo y gas natural, cuya combustión comportó la emisión de 32.000 millones de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera.

Sin embargo, la tarea será más difícil de lo que parece. El níquel, el cobalto y el cobre, junto a muchos otros materiales relevantes para la energía, se encuentran en minerales de baja ley, implicando mucha más actividad extractiva, procesamiento y desechos que los combustibles fósiles. Asegurar los millones de toneladas de materiales elaborados necesarios para la transición requerirá extraer cientos o miles de veces más mineral en bruto. Y aunque la transición pueda, en última instancia, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en la medida en que los procesos mineros se apoyen cada vez más en energías renovables, el cambio de modelo energético requerirá el procesamiento de minerales metálicos a una escala que rivaliza con el flujo de materias primas de las actuales industrias de los combustibles fósiles.

Los daños potenciales de la transición son considerables. La minería a gran escala afecta a los ecosistemas, amenaza el suministro de agua y, en ocasiones, está vinculada a malas condiciones de trabajo, corrupción y abusos contra los derechos humanos. Pero incrementar la minería para impulsar la transición a fuentes energéticas bajas en carbono también ofrece la oportunidad de reformar la producción de materiales, haciéndola social y ambientalmente más justa. Los países desarrollados, que a menudo han externalizado la extracción de minerales en el extranjero, deben ayudar a asumir estas cargas y a implementar vías de desarrollo responsables.

Para afrontar el desafío global de la transición energética se necesitan políticas gubernamentales que apoyen las inversiones de los sectores público y privado en cada etapa de la extracción y el procesado. Esto significa impulso a la exploración, procedimientos simplificados de concesión de permisos mineros, investigación de nuevas tecnologías, apoyo para expandir la capacidad de procesado y acuerdos comerciales internacionales que garanticen el suministro. Durante la última década, China ha priorizado tales inversiones público-privadas desde la mina hasta la fábrica. Y solo recientemente Estados Unidos y la Unión Europea han comenzado a adoptar políticas similares, destinadas a desarrollar cadenas de suministro nacionales y diversificar las fuentes internacionales de materiales relevantes para la energía.

La transición energética es una transición extractiva: del petróleo, gas y carbón a una amplia gama de minerales y metales. A medio-largo plazo, la innovación ayudará a superar parte de los desafíos planteados por este tránsito, pero no eliminará la naturaleza intensiva en materiales de las tecnologías bajas en carbono. Hay que aceptar esta realidad y actuar ya, sin más dilación.

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