Opinión | A BABOR

Los cincuenta años de Darias

Manolo Darias

Manolo Darias

Parece que Manolo Darias, nacido en 1942, ha conseguido cumplir ya sus primeros 50 años, y además no se le nota. Sus amigos siempre nos hemos preguntado qué diablos come y bebe para conservarse tan joven, y su respuesta es «poco». Su medio siglo al frente de la página Historieta, publicada inicialmente en el periódico La Tarde, y desde 1977 aquí al lado, en la competencia, es un acontecimiento de carácter mundial. Nadie ha logrado jamás –ni en territorios tan entregados al cómic como Estados Unidos, o Japón, ni siquiera en la vieja Europa– algo parecido: mantener una página especializada durante la friolera de medio siglo. Darias lleva cincuenta años escribiendo semana tras semana la crónica viva del cómic español, y cuando se le pregunta por la proeza, lo que dice es que no hay tal, que su único mérito es la constancia. Porque este hombre, que no va de crítico ni de estudioso, sino de aficionado (aunque ha publicado críticas espléndidas en las mejores revistas teóricas españolas), es un personaje afable, dialogante y carismático, pero sobre todo un hombre realmente modesto. A pesar de ser el suyo un trabajo básicamente individual, sus 2.327 páginas publicadas hasta hoy –abiertas a todo el que quiera consultarlas– se ha convertido en el repositorio más importante sobre la historia del tebeo con centenares de entrevistas, crónicas de todos los saraos de aficionados y estudiosos, noticias del sector, reseñas de miles de novedades y un inestimable tesoro de ilustraciones de centenares de dibujantes –más de un millar de originales– que atestiguan el extraordinario afecto del mundillo a un hombre generoso, valiente y –sobre todo– absolutamente independiente a las presiones del mundo editorial.

Darias y algunos de sus amigos más próximos entregan todos los años desde 1977 el premio Diario de Avisos, un sencillo diploma, que es hoy –en unos días se fallará su edición 46– probablemente el galardón más apreciado por los creadores, precisamente porque responde exclusivamente a los gustos y opiniones del jurado del premio. Darias elige siempre los tebeos y los dibujantes que le gustan, estén o no de moda, cuenta en su página exactamente lo que a él se le antoja, y lo hace sin la más mínima petulancia, sin un átomo de vanidad personal, y sin voluntad polémica. Cumplidos ya los ochenta años, Darias es un tipo sin prejuicios ni obsesiones, un hombre culto, un deportista veterano que sigue participando en campeonatos nacionales de tenis de mesa, y un excelente conversador. Un señor sorprendentemente comprensivo y tolerante con los ritos de la modernidad, pero admirador del buen hacer de los precursores, a los que conoció y entrevistó.

Darias es desde hace medio siglo una bendición para un sector muy contagiado de vedettismo, ínfulas e inseguridades, y que a veces vive mirándose el ombligo, como si leer o hacer cómics (ojo, lo digo a sabiendas, soy lector convicto) fuera como operar a corazón abierto. No lo es, aunque hoy el cómic, la ilustración y el dibujo son –además de un entretenimiento y a veces un arte– una industria en expansión, vinculada al ocio, al cine, a la animación y a los juegos de ordenador, una industria que mueve capital y atrae inteligencia y talento. En la Zona Económica Canaria, por ejemplo, se han establecido estos últimos años varias empresas vinculadas al sector, y en Canarias viven y trabajan dibujantes que publican sus obras en Marvel, en DC, en las independientes americanas, y en las principales editoriales de España y Europa. En Canarias las dos Universidades se ocupan del cómic, de su potencia semiótica, de su conexión con la cultura popular, y se organizan congresos y salones internacionales en ambas capitales, y jornadas y exposiciones en todas las islas. Y dos dibujantes vinculados a Canarias –Rayco Pulido, que nació aquí, y el murciano Magius, que residió en Las Palmas hasta hace poco– han ganado el premio nacional del Cómic, del Ministerio de Cultura.

Y si todo eso ocurre y cada vez ocurre más, en parte –le guste a él que se diga o no– tiene que ver con el tesón y la constancia de este periodista aficionado, este divulgador infatigable gracias al que en todo el mundo se identifica a Canarias con el cómic.

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