Opinión | A babor

Se abre la franquicia

Román Rodríguez habla por teléfono en las escaleras del Parlamento..

Román Rodríguez habla por teléfono en las escaleras del Parlamento.. / Efe

Las franquicias son más antiguas de lo que se piensa, pero el formato solo comenzó a tener éxito real a partir de la década de los 30, gracias a la generalización del uso de la electricidad y los automóviles. Con el desarrollo de la red de carreteras en la segunda mitad del siglo pasado, las franquicias se expandieron por todo el territorio de los Estados Unidos, saltaron el Atlántico y se convirtieron en uno de los símbolos más poderosos del capitalismo comercial. El sistema se basa en que la marca propiedad del franquiciador dispone de lo que los cursis denominan know-how y saben cómo hacer las cosas para que la gente crea que necesita comprar un determinado producto. Una de las características de la franquicia es que entrena a los franquiciados en la cultura de la marca, les enseña cómo vender sin alejarse de la imagen de la propia franquicia, sus técnicas publicitarias y evitando incorporar productos diferentes a los que la franquicia ofrece en su catálogo comercial. Otra característica es que las franquicias se conceden por un tiempo limitado, que puede ser renovado a satisfacción y por acuerdo de las partes, y también para un territorio limitado. Muchas permiten la participación del arrendatario (el franquiciador) en el capital de la empresa, pero la marca mantiene siempre el control, es la que decide y se reserva para sí los mejores territorios, los más poblados o aquellos en los que hay más consumo.

Aun así, para que una franquicia funcione, es imprescindible que aporte beneficios a los franquiciados. Hasta el empresario más templado se cansaría de que le sacaran el cuajo obligándole a comprar lo que la marca vende y a repetir la propaganda de la central si eso no reportara beneficios. Por eso hay quien no considera a Nueva Canarias una franquicia: es verdad que se ha abierto el fichaje de franquiciados, como cada cuatro años –cuando toca ir a votar– y el propietario de la marca, Román Rodríguez, se esfuerza en camelarse a cualquier grupo municipal independiente, sin importar mucho su adscripción ideológica o lo que se vaya a vender después. Nueva Canarias tiene un departamento de búsqueda de nuevos asociados, responsabilidad directa de Rodríguez, que dedica una parte importante de su tiempo y de los recursos de que dispone a reunirse con grupos municipales de todas las islas. Lo que monta con ellos no es una franquicia, porque a Román le da igual lo que vendan antes, durante y después de las elecciones. Solo le interesa captar voto municipal, para que su partido se quede por debajo del tope que establece la ley electoral canaria, como ya le ocurrió hace años. Por eso, después de las elecciones, los acuerdos de Nueva Canarias con sus franquiciados se deshacen como azucarillos en aguardiente. Una parte de los dislates que han llevado a Fuerteventura a tener cuatro presidentes de Cabildo en una legislatura tiene que ver con esa tendencia de Nueva Canarias de prometer a sus socios potenciales el oro y el moro y luego no cumplir.

Desde que Román se escindió de Coalición y montó Nueva Canarias, el hombre ha pactado con partidetes locales que le aportan un puñado de votos y una presencia en el terreno que –siendo muchas veces insuficiente para obtener siquiera un concejal– es mayor de la que Román por sus propios medios podría tener. Para estas elecciones, asegura contar ya con 30 socios. Muchos parecen, pero hay que recordar que Román es quien reparte los cuartos del Gobierno, y eso mola. Aunque la clave es no tener prejuicios: que no importe meter en las listas a gente tan distinta como Dimas Martín, Santiago Pérez o Ignacio González. Son pactos que duran poco, porque el objetivo es vampirizar votos ajenos: en 2019 Román pacto en Tenerife con Juan Miguel Mena –excandidato por Sí Se Puede en 2011, que fue por Nueva Canarias en 2019–, y con Hilario Rodríguez, independentista y exconcejal de ATI, que en la pasada legislatura –cabreado porque Bermúdez no le dejó repetir– se presentó para quitarle a Bermúdez unos cuantos votos en su distrito. No fueron muchos: con apenas el 1,7 por ciento, Nueva Canarias quedó como octava fuerza política en la ciudad, y no consiguió ni un concejal. Hilario no llegó a los 1.500 votos. Por eso ahora han fichado a Odalys Padrón, una mujer combativa que jura que es de izquierdas. Apuesto que tras las elecciones abandonará la franquicia inversa de Román en menos de lo que canta un gallo.

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