Opinión | El recorte

No somos Nadia

La vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño

La vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño / A. Pérez Meca - Europa Press

Con las uvas casi en la mano, quiero a Nadia Calviño. No me refiero a que la quiera sentimentalmente hablando, que para eso tiene a su marido, ahora desenchufado del cargo oficial que le consiguió una amiga, sino que la quiero como guardiana de Canarias.

La vicepresidenta ha salido por el canal oficial de televisión del Gobierno, antes TVE, para decir que «habrá sanciones» para el sector de la distribución si no repercute en sus precios la rebaja del IVA en alimentos aprobada por el Gobierno: una bajada del 10 % al 5 % del IVA de la pasta y de los aceites de oliva y de semillas y la eliminación del IVA para los alimentos básicos, con un coste estimado de 661 millones de euros.

A los distribuidores y grandes cadenas de supermercados se les han bajado hasta los calcetines del susto, oyendo a la vicekiller decir con mucha mala leche que van a estar «muy vigilantes y muy atentos” para que las rebajas lleguen al bolsillo de los ciudadanos. Y Calviño ha sacado la escopeta de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, advirtiendo que ese organismo «va a tener una indicación muy clara de vigilar» el proceso y que «habrá sanciones si no se cumple».

Habría que preguntarse, como Segismundo, qué delito cometimos los canarios naciendo por aquí abajo. Y por qué nunca hemos tenido un ministro, un presidente de Gobierno o una vicepresidenta que se haya fajado con las compañías aéreas y les haya dicho: «Se va a subir la subvención al transporte aéreo de los canarios un 75% pero mucho ojo porque vamos a estar vigilantes y al que no traslade esa rebaja al bolsillo de los viajeros le vamos a levantar las ruedas del suelo».

Eso, amigos, amigas y amigues todos, no se ha dicho nunca. Y de hecho, no se ha planteado a pesar de que los precios de los billetes aéreos con estas islas son un escándalo que en fechas de máxima demanda, como estas Navidades, alcanza proporciones bíblicas. Las compañías tienen la jeta de defender que se trata de un problema de oferta y demanda, como si entre Canarias y Península funcionaran las reglas del libre mercado. No es así desde el momento en que el precio está subvencionado. Lo sería si se permitiera y facilitara que volaran muchas mas compañías aéreas para acabar con el casi oligopolio que padecemos en la actualidad, roto solo en parte por Binter.

No tiene sentido que un vuelo de Londres a Tenerife Sur o a Lanzarote sea más barato que uno de Canarias a Madrid. Porque es el doble de distancia. No lo tiene, aunque lo intenten explicar a martillazos. La subvención es una gran idea que se ha aplicado con el culo. Que ha engordado la cuenta de resultados de una compañía. Y que ha convertido a las islas en un destino prohibitivo para los no residentes.

Y en todo este lento proceso de deterioro no hemos tenido una ministra, ministro o ministre que le haya enseñado los dientes a los operadores aéreos. Cada vez que protestamos nos dicen que encargarán un estudio, harán una investigación o crearán una comisión. Y a llorar al monte. Los canarios no somos nadie. No somos Narnia. Y no somos Nadia.

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